30 de diciembre de 2021

La justificación del esfuerzo impositivo y la ilusión fiscal

 

Carlos Rodríguez Braun, el último mohicano liberal, sigue batallando incansable, cada lunes, desde su pequeño espacio en el diario “Expansión”, en pro de los principios y valores liberales. Su discurso desentona de las corrientes dominantes que, de forma cada vez más extendida, respaldan, cuando no sacralizan, el papel del sector público en la economía. La reciente experiencia en el contexto de la -interminable- crisis pandémica ha hecho subir muchos enteros las tesis del intervencionismo y abonado el terreno para propugnar la ampliación y la intensificación de las funciones estatales.

Pese a todo, un liberal de convicciones tan arraigadas y sustentadas en amplias fuentes doctrinales y empíricas como las del catedrático de Historia del Pensamiento Económico mencionado no ceja en su empeño. Sus postulados acerca de la naturaleza de los impuestos son bien conocidos, y han sido comentados en este blog. En su columna de fecha 27-12-2021 (“Ilusiones fiscales varias”) apela a la socorrida vena de la “ilusión fiscal” para explicar la dinámica de los ingresos y gastos públicos.

Para ilustrar uno de sus argumentos toma como referencia el mensaje de una seguidora suya que justifica la subida de los impuestos de esta manera: “para tener sanidad pública pagada entre todos: hoy por mí, mañana por ti”.

Sin embargo, el profesor Rodríguez Braun considera que dicha idea “brota desde el centro de la ilusión fiscal, porque el Estado se legitima disolviéndose en la sociedad civil, como si fuera una cooperativa o una ONG”. A continuación esgrime una serie de razones por las que ello no es así. Nadie tiene capacidad para decidir si forma parte o no de una organización como el Estado, y nadie tiene la opción de ejercer su solidaridad por la vía impositiva. Las obligaciones impositivas trascienden la voluntad individual. No hay negociación posible ante un teórico pacto interpersonal o intergeneracional. Quien cumpla alguno de los supuestos que formen parte del hecho imponible de un impuesto se verá sometido a una obligación inexcusable. Por el lado del gasto, es también el Estado el que determina los colectivos beneficiarios de los servicios públicos o de las prestaciones sociales, bien de forma universal o selectiva, sujeta o no a condiciones.

Siguiendo un enfoque un tanto simplificado, Rodríguez Braun sostiene que “nadie sabe qué está pagando, aunque confía en que esté pagando menos de lo que pagaría si el Estado no existiese. En caso contrario, rechazaría los impuestos y la redistribución coactiva de la renta”. Sería interesante poder cotejar hasta qué punto los ciudadanos llevan ese tipo de contabilidad y en qué medida se pudiera ver afectada por el fenómeno de la ilusión fiscal.



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