Carlos Rodríguez
Braun, el último mohicano liberal, sigue batallando incansable, cada
lunes, desde su pequeño espacio en el diario “Expansión”, en pro de los
principios y valores liberales. Su discurso desentona de las corrientes
dominantes que, de forma cada vez más extendida, respaldan, cuando no
sacralizan, el papel del sector público en la economía. La reciente experiencia
en el contexto de la -interminable- crisis pandémica ha hecho subir muchos
enteros las tesis del intervencionismo y abonado el terreno para propugnar la
ampliación y la intensificación de las funciones estatales.
Pese a todo, un
liberal de convicciones tan arraigadas y sustentadas en amplias fuentes
doctrinales y empíricas como las del catedrático de Historia del Pensamiento
Económico mencionado no ceja en su empeño. Sus postulados acerca de la
naturaleza de los impuestos son bien conocidos, y han sido comentados en este
blog. En su columna de fecha 27-12-2021 (“Ilusiones fiscales varias”) apela a
la socorrida vena de la “ilusión fiscal” para explicar la dinámica de los
ingresos y gastos públicos.
Para ilustrar uno
de sus argumentos toma como referencia el mensaje de una seguidora suya que
justifica la subida de los impuestos de esta manera: “para tener sanidad
pública pagada entre todos: hoy por mí, mañana por ti”.
Sin embargo, el
profesor Rodríguez Braun considera que dicha idea “brota desde el centro de la
ilusión fiscal, porque el Estado se legitima disolviéndose en la sociedad
civil, como si fuera una cooperativa o una ONG”. A continuación esgrime una
serie de razones por las que ello no es así. Nadie tiene capacidad para decidir
si forma parte o no de una organización como el Estado, y nadie tiene la opción
de ejercer su solidaridad por la vía impositiva. Las obligaciones impositivas
trascienden la voluntad individual. No hay negociación posible ante un teórico
pacto interpersonal o intergeneracional. Quien cumpla alguno de los supuestos
que formen parte del hecho imponible de un impuesto se verá sometido a una
obligación inexcusable. Por el lado del gasto, es también el Estado el que
determina los colectivos beneficiarios de los servicios públicos o de las
prestaciones sociales, bien de forma universal o selectiva, sujeta o no a
condiciones.
Siguiendo un
enfoque un tanto simplificado, Rodríguez Braun sostiene que “nadie sabe qué
está pagando, aunque confía en que esté pagando menos de lo que pagaría si el
Estado no existiese. En caso contrario, rechazaría los impuestos y la
redistribución coactiva de la renta”. Sería interesante poder cotejar hasta qué
punto los ciudadanos llevan ese tipo de contabilidad y en qué medida se pudiera
ver afectada por el fenómeno de la ilusión fiscal.