1 de octubre de 2021

Estoicismo para tiempos recios

 

Corren tiempos recios. Tiempos que han llegado desafiando a los modelos meteorológicos. También fallan estos en sus pronósticos, no sólo los modelos económicos, pero, sin duda, son los nuestros propios, los que secretamente nos habíamos ido forjando en nuestras mentes, los que lo hacen de manera más estrepitosa.

Cuando, por fin, tomamos conciencia de ello es cuando el estoicismo acude, inopinadamente, al rescate. Circunstancialmente, uno de sus máximos representantes sale, inadvertidamente, a nuestro encuentro. Tal vez no con la elegancia de Marco Aurelio, el estilo directo y sin ambages de Epicteto nos brinda una valiosa oportunidad para la reflexión y la recapitulación[1].

“No son las cosas las que preocupan a las personas, sino los juicios que se forman sobre las cosas… Por consiguiente, cada vez que encontremos un impedimento y nos sintamos preocupados o tristes, no le echemos la culpa a nadie salvo a nosotros mismos, es decir, a nuestros propios juicios. Hacer responsables a otros cuando las cosas salen mal, es un comportamiento típico del que no ha comenzado su aprendizaje; el que lo ha iniciado se culpa a sí mismo; el que lo ha completado no se echa la culpa a sí mismo ni se la echa a otro”.

A la luz de lo que antecede, sólo cabría decir que, a pesar de que son ya muchos los años acumulados, aún estamos lejos de completar el aprendizaje. Aunque tampoco podemos olvidar que “De las cosas que existen, unas dependen de nosotros, otras no”.






[1] Epitecto, “Manual de estoicismo (y dos diatribas contra el abuso de poder)”. Prólogo, traducción y notas de Óscar Martínez García, Edaf, 2021.

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