30 de octubre de 2021

Competitividad fiscal autonómica

 

La estructura y el nivel de la fiscalidad de un país representan una declaración de principios y constituyen una carta de presentación en el panorama internacional. La normativa fiscal suele ser un importante factor en la evolución de la situación económica. Pero no es fácil encontrar una relación lineal directa inequívoca. Son relevantes varios aspectos: i) la mayor o menor atracción de actividad económica; ii) la generación de renta y empleo; iii) la recaudación efectiva lograda; iv) la utilización adecuada de los ingresos obtenidos en la provisión de infraestructuras y servicios de utilidad social, y de prestaciones sociales.

Desde hace años se publican índices de posicionamiento fiscal internacional. El elaborado por la Tax Foundation se basa en las nociones de competitividad (mantenimiento de los tipos de gravamen máximos en niveles moderados) y neutralidad (obtención de los mayores ingresos posibles con las menores distorsiones económicas). Dicho think tank estadounidense considera que un código fiscal competitivo y neutral promueve la inversión y un crecimiento económico sostenible, al tiempo que genera ingresos públicos suficientes para las prioridades del gasto público. Dentro de un conjunto de 37 países, España ocupa el puesto 30º.

La referida Fundación viene publicando también el “Índice Autonómico de Competitividad Fiscal” (IACF), referido a España. En esta publicación se parte de la premisa de que “las comunidades autónomas con un mejor sistema fiscal son las que más probabilidades tienen de atraer la implantación de actividad económica nueva, generando así crecimiento económico y empleo”. Hay, ciertamente, otros factores sumamente importantes que influyen en las decisiones empresariales, familiares y profesionales que no se incorporan en los índices de competitividad fiscal: marco regulatorio, seguridad jurídica, servicios de sanidad y de educación, capital humano, acceso a materias primas, dotación de infraestructuras, factores culturales… La fiscalidad es solo uno de los argumentos que entra dentro de las variables que condicionan las elecciones.

El IACF analiza la situación de 19 jurisdicciones (16 comunidades autónomas, más las tres haciendas provinciales vascas) a través de más de 60 variables relacionadas con las siguientes figuras impositivas: Impuesto sobre la Renta, Impuesto sobre el Patrimonio, Impuesto sobre Sucesiones, Impuestos sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados, e impuestos autonómicos propios.

En el año 2021, las primeras posiciones del ranking de competitividad fiscal son ocupadas por Madrid, Vizcaya, Álava, Guipúzcoa y Canarias; las últimas, por Cataluña, C. Valenciana, Aragón, Asturias y Extremadura. Andalucía aparece en la posición 7ª, tras haber ido avanzando en la clasificación desde el puesto 16º en 2017. La posición de Andalucía no es homogénea respecto a todos los tributos considerados. Un tanto sorprendentemente, aparece en el primer puesto en relación con el Impuesto sobre Sucesiones, cuyo análisis se centra en el grupo de herederos que engloba a los ascendientes y descendientes directos, así como al cónyuge. Por lo que refiere al IRPF, se sitúa en la posición 11ª, y en la 9ª, respecto al Impuesto sobre el Patrimonio.

La autora principal del informe sobre fiscalidad de las regiones españolas, Cristina Enache, economista de la Tax Foundation, en un reciente artículo con un título bastante expresivo (“Regional tax competition is stopping Spain from becoming Europe’s tax hell”, 6-10-2021), sostiene que la competencia fiscal regional ha estado actuando de freno de que España se sitúe en los más altos niveles de imposición de Europa. Este texto es un auténtico contra-informe a las propuestas de armonizar la fiscalidad autonómica en España, y en él se decanta abiertamente por la supresión del Impuesto sobre el Patrimonio e incluso del impuesto sobre las herencias, en la medida en que, en su opinión, afectan negativamente a la actividad empresarial, al ahorro y el trabajo. En su lugar, aboga por llevar a cabo reformas fiscales que no socaven el crecimiento económico.

Con independencia de la valoración que merezcan este planteamiento, y las propuestas sobre uniformización tributaria, da la impresión de que quienes apelan a esta última para frenar las bajadas impositivas en otros territorios parecen olvidarse de una premisa esencial: la no competitividad fiscal, por tener mayores cargas fiscales, puede otorgarles una mayor competitividad por la vía de más y mejores servicios públicos.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)



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