6 de agosto de 2021

Manolo Rubia: Cuando el baloncesto es una pasión

 

En el vuelo de madrugada que cubría el trayecto Varsovia-Frankfurt, uno de los pasajeros dormía plácidamente. Una especie de antifaz le protegía de la luz de la cabina. Después de todos los preparativos de la expedición, había logrado relajarse. No llevaba demasiado tiempo así, cuando otro pasajero, llamativamente alto, se acercó a él, para transmitirle, después de despertarle, un mensaje importante: “Eh, Rubia, I want a dunkit donut”. El interpelado, tras desprenderse de su protección visual, no se mostró en absoluto sorprendido ni molesto por la interrupción de su descanso. Afortunadamente, había hecho acopio del dulce predilecto del jugador estadounidense. Él sabía lo que era recorrer Barcelona a las dos de la mañana en busca de una caja de ese producto. El resultado del partido previsto para ese mismo día podía depender del éxito o del fracaso de esa misión.

Esa escena real, vivida hace bastantes años, sintetiza en buena medida la labor que, durante una de sus etapas profesionales, ha desempeñado Manolo Rubia en el Unicaja Baloncesto, el club de su vida, y también en la Selección Española masculina del mismo deporte: programar y cuidar toda la logística de los equipos, hasta el más mínimo detalle, y tener una capacidad de respuesta para hacer frente a cualquier contingencia. Asumiendo o no esa función específica en el organigrama, ha sido una faceta que ha venido atendiendo con la mayor eficacia durante décadas. Su red de contactos en los cinco continentes, su espíritu de ayuda, su serenidad, su afabilidad, sus ocurrencias y su buen hacer han sido los ingredientes infalibles aplicados a las más variopintas situaciones, por complicadas que fueran. En su ámbito relacional y de influencia no se ponía el Sol.

Una canasta es la manifestación final del baloncesto, pero para conseguirla es preciso desarrollar un amplio y extenso proceso organizativo en diferentes vertientes y distintos planos. Con tal de que mantuviera la conexión con ese deporte, a él le era indiferente ocupar cualquier puesto dentro de esa larga cadena. No en vano el baloncesto corre por sus venas. Ha sido jugador, entrenador, instructor técnico, estudioso, delegado, ojeador, evaluador, director deportivo, descubridor de talentos, responsable de eventos, formador de jugadores, consultor, mediador, árbitro de conflictos, mentor, tutor, gestor de crisis, asesor, y algunas cosas más, y ello sin contar todos los intangibles asociados a su persona. La larga lista de contactos, relaciones y afinidades personales que atesora da fe de ello y avala su forma de actuar. Manolo Rubia representa hoy un activo deportivo e institucional de primer nivel, de talla internacional.

Como expresidente del Club Baloncesto Málaga, como miembro de sus órganos de gobierno durante veinte años, como directivo del patrocinador principal del Club, no puedo sino expresar, en lo que ha sido mi experiencia individual directa, mi más alta valoración acerca de su largo recorrido profesional, en etapas tan prolongadas y diversas en la historia del deporte malagueño. En los momentos de júbilo y en los de adversidad ha sido sumamente valioso poder contar con él, con alguien que se ha movido y guiado por una defensa a ultranza del proyecto del Club de Los Guindos.

Después de haber pasado por los cargos más heterogéneos, le queda quizás uno para completar el ciclo en su plenitud, el de consejero, no según la literalidad del término, ya que siempre lo ha sido, sino en la acepción más formal como miembro de un órgano de gobierno. Desde esa posición o de otra, estoy convencido de que el caudal de conocimientos y la experiencia que acumula van a ser aprovechados, ya sea en la esfera local o fuera de ella. Con independencia de lo que ocurra en el futuro, la figura de Manolo Rubia se merece ocupar, en mi opinión, un sitio de honor en la historia del baloncesto malagueño.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)

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