“Last night I dreamed
I went to Manderley again”.
“Anoche tuve otra pesadilla. Es lo
habitual. El sufrimiento parece no tener fin, y uno espera poder despertarse
pronto para comprobar que todo fue un sueño. Cuando llega la liberación, sin
embargo, no hay seguridad de que lo imaginado no haya sido real.
Vivir, aunque sea de forma subconsciente, el
padecimiento sufrido por tantas personas a lo largo de siglos es doloroso,
sobre todo cuando se trata de quienes no han tenido a su alcance las más mínimas
condiciones para una vida digna o han carecido de sus derechos más elementales.
El mundo ha avanzado mucho, pero algunas dictaduras y tiranías perduran. Algunas de ellas permanecen inmunes a la pujanza de los ideales
progresistas.
Es insufrible percibir la represión, el
dolor de la masa oprimida, que en su desesperación se lanza al vacío, a una
pugna desigual, ante un muro inexpugnable, a una contienda en la que no tiene
ninguna opción real. Esos regímenes están firmemente asentados con todos los mecanismos
de control a su disposición. Aun así, parece intuirse un leve atisbo de la luz de una
quimera que no se extingue del todo. Contra todo pronóstico, algunos
movimientos populares han llegado a derribar sistemas totalitarios.
El sueño se convierte en pesadilla
cuando se acrecienta la fiereza represora, y la esperanza se desvanece del todo.
Empapado en sudor, por fin me despierto. Sobresaltado, enciendo el televisor y
compruebo, aliviado, que no era el pueblo el que se levantaba, sino unos grupos
de fuerzas reaccionarias, movidas por intereses espurios, que no cejan en su
empeño de detener el progreso y el curso de la historia”.
Hoy mismo he recibido un correo con el
texto anterior, acompañado de la siguiente nota:
“Ten en cuenta que la clave está, pero
no está, en Rebeca.
En recuerdo de viejos tiempos de lecturas
compartidas y controversias dialécticas.
FBR, alias “Papillon”.
Aunque un tanto desconcertado, creo haber podido identificar algún indicio, lo que me ha llevado a incorporar el título de esta entrada, en torno al que, hace tiempo, giraban algunas discusiones preuniversitarias, en las que destacaba un admirador de H. Charrière. Sin embargo, ahora no sabría decir exactamente por qué se me ha ocurrido ponerlo.