Facebook,
Twitter, Instagram, WhatsApp, Linkedin…
Para mí es un gran misterio cómo un número cada vez mayor de personas es capaz
de gestionar diariamente los flujos de información vinculados a su pertenencia
a un ramillete tan extenso de redes sociales, que siguen en proceso expansivo.
No estar adscrito a esas redes tan potentes genera una sensación de exclusión,
aunque pueda provenir de una autoexclusión. Tengo la duda de si ésta obedece al
temor, a un instinto de defensa, a la vana intención de mantener un espíritu de
ermitaño, o tal vez a una mezcla de todo ello. Pensándolo bien, las potentes
redes del correo electrónico y del ubicuo teléfono móvil llevan pronto a
desterrar ese posible propósito. Pero, al mismo tiempo, acrecienta la duda:
cómo puede gestionarse, sin una dedicación full
time, todo ese caudal de comunicaciones. Incluso aunque se adopte un papel
meramente pasivo. No quiero pensar en quienes asumen un rol activo y reciben continuas
réplicas.
Tras una
experiencia en el uso de redes grupales limitadas, centradas en ámbitos
acotados, y del ensayo de una red social generalizada orientada a colectivos
vecinales, Netxdoor se dispone a
salir al mercado bursátil con una valoración de 4.300 millones de dólares. Las
grandes redes sociales son un gran invento que aportan enormes beneficios a los
usuarios. Disponer de un instrumento capaz de satisfacer necesidades colectivas
responde a una lógica económica y posibilita cosechar ventajas para los
integrantes de las distintas comunidades. Muchas más, de naturaleza pecuniaria
y no pecuniaria, como revela la evidencia empírica, son las que obtienen sus
promotores y organizadores.
Nextdoor tiene una misión
reconocida (Nextdoor): "Uniendo a vecinos/as y organizaciones,
podemos fomentar un mundo más amable donde todos tengamos un barrio cohesionado
en el que poder confiar". Como se ve, se cuida el uso del lenguaje
inclusivo, aunque se descuida su utilización en todo el párrafo, a no ser que
se considere que "todos" engloba a "vecinos/as". Siempre lo
he pensado. Sería una auténtica maravilla poder leer "El Quijote" con
las adaptaciones terminológicas pertinentes que le permitieran superar todos
los filtros hoy vigentes.
El deseo de
promover un "mundo más amable" es claramente loable, si bien, a tenor
de los hechos, no es una meta libre de obstáculos. Desde 2019, Nextdoor ha venido advirtiendo a sus
usuarios sobre actitudes "belicosas" y "díscolas" a través
de "recordatorios de amabilidad" ("kindness reminders")
generados por inteligencia artificial que saltan si redactan algo
"desagradable"[1].
Ahora bien,
como recuerda John Gapper, la palabra inglesa “kind” tiene dos significados: a)
“having a friendly or generous nature o attitude/helpful to anothers or to another”;
b) “a class or group having characteristics in common”[2].
Según dicho
articulista, “Nextdoor afronta el problema de todas las plataformas de
medios sociales. Éstas vinculan a las personas a vastas redes, desatando un
flujo de información, proveyendo entretenimiento y fomentando la camaradería,
pero pueden acentuar el lado duro de la naturaleza humana… Desde que se lanzó Facebook
en la Universidad de Harvard en 2004, una innovación digital concebida para
estimular la amistad ha fomentado tribus enfrentadas”. En otro plano distinto,
a raíz de su auge desmesurado, algunas de las mayores plataformas han
propiciado el surgimiento de poderes exorbitantes con capacidad de interpretación
normativa y de aplicar códigos de ética y justicia autónomos.
Quizás, a
tenor de la experiencia observada, los fundadores de Nextdoor hacen hincapié
en un pretendido rasgo diferencial de su plataforma, la motivación de la “utilidad”
frente a la “afinidad”[3].
Qué duda cabe
de que una herramienta como esa puede ser un eficaz instrumento de control
social, y puede potenciar el papel de los encargados, vocacionales o por
designación, de la vigilancia de las cuadras, función que cuenta con una
notable tradición en las democracias populares.
Nextdoor, con 60 millones de usuarios,
es, de momento, frente a Facebook, con más de 2.700 millones, un proyecto
muy modesto. La gran red ha visto multiplicar el precio de sus acciones por más
de diez desde su salida a bolsa. Ahora comienza la carrera de Nextdoor,
que tendría que encontrar muchas puertas abiertas para emular la hazaña de Facebook,
que, además, está abriendo otras a través de Facebook Neighborhoods.
La suerte está
echada. Desde el punto de vista de los inversores, dentro de diez años podrá saberse
qué apuesta de hoy habrá resultado más lucrativa. Mientras tanto, como apunta Gapper,
el futuro de Nextdoor dependerá del significado de la palabra “kind” que
prevalezca: “¿Serán amables los vecinos, o se verán éstos desencadenados por
amenazas a su grupo? Una ambigüedad que se remonta a la Edad Media no se puede resolver
fácilmente”[4].