“Notable
pintor marinista”, así lo define Francisco Cuenca en la obra “Museo de Pintores
y Escultores Andaluces Contemporáneos”, publicada en La Habana en el año 1923[1].
Admirador como soy de Ricardo Verdugo Landi, pintor malagueño que “hizo del mar
casi el único tema de su arte”[2], con un
sentimiento acrecentado después de haber tenido, durante años, el privilegio de
convivir con algunas de sus creaciones, dicho calificativo se me antoja un
tanto escueto.
Voy de nuevo
al encuentro de sus imágenes, y no puedo sino reafirmarme en esa sensación.
Como constataba en una entrada de este mismo blog, puede que algunos pintores
locales de finales del siglo XIX y principios del XX no estén posicionados en
la cúspide del reconocimiento artístico, pero mi apreciación por ellos es cada
vez mayor.
Seguramente
el pintor malagueño se sentiría orgulloso de saber que su ciudad natal le ha
dedicado una plaza en una populosa barriada. En ella algunos decoradores
urbanos han dejado sus huellas inefables, y al parecer indelebles. Al ver hoy la
composición no he podido evitar preguntarme cómo reaccionaría el maestro si tuviese
la oportunidad de visualizarla.
Ineludiblemente
surge la cuestión de los derechos de los artistas pretéritos, cuando ya no están
entre nosotros. ¿Quién es el titular de sus “derechos de imagen”? También,
inevitablemente, otra más general como es el proceso de decisión sobre el uso de
los espacios públicos. Es más que patente que está bastante extendida la
práctica de la apropiación por consumados artistas anónimos que, con sus actuaciones
no solicitadas, modulan según su libre albedrío el paisaje urbano. La disposición
privativa de tales espacios debería, cuando menos, llevar a introducir nuevas
categorías de bienes públicos dentro de los análisis económico y jurídico.
"El Peñón del Cuervo", R. Verdugo Landi, Colección Fundación Unicaja.