Dejó
escrito Stefan Zweig que "cada ejemplar [de un libro], aunque se compre y
se venda, es un ser animado, dotado de voluntad, que sale al encuentro del que
lo hojea por curiosidad, del que lo termina leyendo y, sobre todo, del que no
sólo lo lee, sino que también lo disfruta"[1].
Esa
característica ensalzada por el escritor austríaco es constatable en un
compendio de textos tan singulares como el que constituye la Biblia. Sus
múltiples composiciones escritas ofrecen un inventario inagotable de episodios,
narraciones y relatos dotados de un enorme magnetismo que se proyecta mucho más
allá de las inclinaciones y afecciones religiosas.
Entre
sus diferentes connotaciones temáticas no faltan las que conciernen al plano de
la filosofía económica. Los principios que deben regir la distribución de la renta
y la riqueza aparecen en diversas partes de la obra en su conjunto, a veces de
manera bastante críptica. No es fácil identificar con precisión el significado
de algunos de los mensajes vertidos, como se sugiere en diversas entradas de
este blog.
En
los "Hechos de los Apóstoles" encontramos unos indicios, en esta
ocasión bastante claros, respecto a las pautas reguladoras de la propiedad y la
disposición de los recursos en una comunidad cristiana, en un contexto, eso
sí, extremadamente simplificado en cuando a su configuración.
Allí
se asevera que "El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola
alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en
común… Entre ellos no había necesitados, pues los que poseían tierras o casas
las vendían, traían el dinero de lo vendido y lo ponían a los pies de los
apóstoles; luego se distribuía a cada uno según lo que necesitaba".
Tres
son los conocidos interrogantes en los que suelen sintetizarse los problemas
económicos que tiene que afrontar una sociedad: qué producir, cómo producir, y
para quién producir. El mencionado rasgo instituido en la vida de la comunidad
cristiana aporta una guía para la administración y distribución de unos
recursos ya disponibles, obviando el proceso que precede a esa situación. Se
centra así exclusivamente en la esfera de la distribución, sin prestar atención
a los factores condicionantes de las dotaciones existentes. No es una tendencia
privativa de los textos religiosos sino que se encuentra presente en
planteamientos políticos y también en conocidos modelos económicos. Sin embargo, a medio
plazo, no es factible zanjar los problemas distributivos sin resolver antes los
asignativos. Salvo que alguien externo aporte los fondos necesarios, o que se
admita como solución la redistribución de la miseria.
También se señala que quienes vendían sus propiedades llevaban el dinero obtenido y lo "ponían a los pies de los apóstoles". No se indica que éstos tuvieran algunos privilegios especiales en cuanto a su estatus económico. Parece éste un precepto interesante, a preservar escrupulosamente en caso de que se pretendiera aplicar el referido criterio comunitario, como el de acotar objetivamente el recorrido de las necesidades individuales.