1 de junio de 2021

Regreso al Instituto de Martiricos

 

Corría el mes de junio de 1975 cuando dejé el Instituto de Martiricos, por aquel entonces Instituto Nacional de Enseñanza Media (INEM) Nuestra Señora de la Victoria. Han pasado 46 años, pero parece que fue ayer. Hoy he regresado al para mí tan entrañable centro. Es difícil expresar todo el cúmulo de sensaciones, imágenes y vivencias que se agolpan en un tropel descontrolado. Van pasando los años y, lejos de extinguirse o difuminarse, los sentimientos de afecto, gratitud y reconocimiento hacia el centro y su incomparable claustro de profesores se van agrandando. Hoy he vuelto a revivir la presencia de aquellos esmerados y doctos docentes que siguen siendo modelo a imitar y fuente de inspiración.

Después de visitar la biblioteca, que alberga joyas insospechadas, la antigua capilla y el antiguo gimnasio, hoy reconvertidos, he podido hablar con el director, Diego Palacios, empeñado en recuperar el sello y el prestigio que un día marcaron la trayectoria de ese centro tan emblemático para Málaga. Luego he tenido la oportunidad de mantener un encuentro con alumnos de 4º curso de ESO que estudian una asignatura de Economía. La profesora, Lorena Fernández, circunstancialmente fue alumna mía en la Facultad de Económicas. Las redes del conocimiento tienden a converger en algún momento. Ha sido una experiencia llena de valor y significación para mí, y he visto alumnos respetuosos e interesados en adentrarse en las claves del conocimiento económico y financiero.

En junio del año 1999, la víspera del día en el que se celebraba el concurso-oposición a una cátedra de la Universidad de Málaga, como arrastrado por un impulso irrefrenable, acudí al Instituto. Era una tarde calurosa, y el conserje me permitió hacer un recorrido rápido por las dependencias. Aquel encuentro fugaz me dio fuerza y ánimo para afrontar la dura prueba que me aguardaba al día siguiente. El Instituto de Martiricos, casi medio siglo después, sigue siendo para mí un potente faro que transmite una enorme cantidad de energía, entusiasmo e ilusión. Tuve la fortuna de permanecer durante varios años en ese santuario, que hoy he vuelto a compartir en el emocionado recuerdo de mis profesores y compañeros de aquella inolvidable travesía.



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