1 de mayo de 2021

Cuando el Juicio Final se apoya en pruebas parciales

 Me morí y fui al otro mundo. La puerta del otro mundo estaba decorada con una bandera roja…

-       … Es pecado todo aquello que retrasa el progreso social y es virtud todo aquello que lo acelera…

-       … ¿Quiere decir que el paraíso… también se ha vuelto progresista?..

-       … He aquí la primera pregunta. ¿Cuál es la opinión del acusado sobre la opresión feudal?...

-       … Así que reflexione antes de contestar: ¿qué piensa del…?

-       Y aquí pronunció la palabra sacrosanta, la más santa de las santas, tan santa que no la puedo nombrar aquí, en este relato laico e indigno. Sólo puedo revelar, y esto también con estremecimiento, que empieza con la letra ‘s’…”

Es extraña, y hasta enigmática, la forma que a veces tienen los libros para interponerse en nuestro camino. En ocasiones parece como si estuvieran dotados de autonomía o se movieran según los hilos manejados por un bibliotecario invisible con un plan preconcebido.

Sin poder evitarlo, me viene a la memoria la imagen de mi bibliotecario predilecto, el profesor de Latín Francisco Báguena Novella, que también era el director de la Biblioteca de la Casa de la Cultura. Ha recuperado Málaga la espléndida huella de su época romana, aunque para ese logro fuera necesario sacrificar aquella inigualable sala de lectura, donde se veneraba el conocimiento, pese a formar parte de la “Casa de la Incultura”. Es una experiencia imborrable haber sido visitante esporádico de aquel imponente santuario, a los ojos de un escolar que acogía fascinado las explicaciones y las orientaciones de aquel grandioso profesor de saber enciclopédico. El recuerdo de aquellas tardes formará parte del exiguo equipaje cuando haya que emprender el viaje camino del Juicio Final.

Nunca se sabe cuándo llegará ese instante definitivo. A tenor de lo que describe Slawomir Mrozek (1930-2013) en su relato, incluido en “La vida difícil” (Acantilado, 2006), se antoja bastante difícil de superar, aunque quizás no tanto como la propia vida. La diferencia es que la vida es –más o menos- breve; la posteridad, infinita, y no se tiene certeza de lo que pudiera acaecer, ni de las condiciones de la estancia para semejante temporada.

No se sabe si para evitar aglomeraciones en esos temibles exámenes a una sola carta, o tal vez para administrar eficientemente los castigos y las recompensas en vida, da la sensación de que se ha implantado una suerte de pruebas parciales. En caso de superarlas, el afortunado se libra del castigo y del oprobio, pero conviene recordar que no se trata de pruebas eliminatorias. Se hace preciso disponer de una certificación de renovación imprescindible. Estamos en una fase de evaluación continua, continuada y permanente. Vae victis.

  


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