Desde hace algún tiempo andaba en busca del texto clave del nuevo evangelio, llamado a ejercer una influencia determinante en la configuración de la sociedad postpandémica. No en vano todo lo que proviene del Foro Económico Mundial, articulado y amplificado a través de una potentísima red de poderosos líderes mundiales –individuales e institucionales- de opinión, marca en alguna medida el destino de la humanidad.
Está en juego la concreción del sistema económico y
social que va a prevalecer en el siglo XXI. El juicio al capitalismo, así como
su reforma o su sustitución por algún otro esquema de perfiles todavía difusos,
están en el centro de las nuevas doctrinas. Por supuesto, con la excepción de
China, que milagrosamente queda exonerada, no ya de potenciales críticas, sino
del mero análisis. Quizás ello obedezca a su impresionante performance en la triple vertiente ASG (ambiental, social y de
gobernanza), unida a algo aún más importante, el logro de un modelo que
garantiza la democracia plena, la democracia real y popular, y no una
democracia formal sustentada en artilugios liberales o, aún peor, neoliberales.
Como
ya indicaba en una anterior entrada de este blog[1], había
empezado a efectuar algunas incursiones sobre estos temas tan relevantes. Para
abordarlos de un modo mínimamente aceptable sería necesario poder disfrutar de
un retiro de unos meses. A eso parece inducirme un antiguo compañero de
estudios, que asegura conocer a Klaus Schwab, el fundador del World Economic
Forum, al enviarme un ejemplar del libro escrito por este último junto con Thierry
Malleret[2] e
invitarme a unirme a un proyecto de investigación.
Schawb
y Malleret no parecen ser víctimas del síndrome de Cioran aquí evocado hace muy
poco[3]. Ambos
están convencidos de que es necesario disponer de un “marco conceptual (o un
simple mapa mental) para ayudarnos a reflexionar sobre lo que se avecina y
guiarnos en darle sentido”.
Según
ellos, la pandemia del coronavirus ha desatado cambios trascendentales y
magnificado los fallos que ya estaban presentes en nuestras economías y en
nuestras sociedades. Abogan por que no seamos, por inacción, como los
habitantes del pueblo de la novela de Gabriel García Márquez “Crónica de una
muerte anunciada”: “Para evitar ese destino, sin demora necesitamos poner el
marcha el Gran Reinicio”. El propósito ha de ser conseguir que el mundo sea
menos divisivo, menos contaminante, menos destructivo, más inclusivo, más
equitativo y más justo que el que dejamos en la era prepandémica.
Para
solucionar los problemas aflorados pueden surgir grandes cambios que habrían
parecido inconcebibles antes del golpe de la pandemia, declaración que no deja
de ser extraña, ya que todos esos cambios se habían venido defendiendo de
manera contundente desde hace tiempo por sectores altamente influyentes: nuevas
formas de política económica como el “dinero de helicóptero”, la
reconsideración/recalibración de algunas de nuestras prioridades sociales y una
búsqueda aumentada del bien común como objetivo de la política económica, la
adquisición de potencia política por la noción de equidad, medidas radicales de
bienestar y de tributación, y drásticos realineamientos geopolíticos.
Al
hilo de este planteamiento se ha entrado en una puesta en cuestión de todos los
indicadores clave que miden nuestro bienestar colectivo (poor professor Pinker…). Todos estos indicadores quedan destrozados
ante un episodio como el de la trágica muerte del afroamericano George Floyd a
manos de la policía en una ciudad estadounidense en mayo de 2020. “Lo que
importa a los afroamericanos es su situación hoy, no cuánto han ‘mejorado’ sus condiciones comparadas con las de
hace 150 años… o incluso hace 50 años…”.
Los
autores destacan dos puntos realmente pertinentes en este contexto: i) las
acciones y reacciones humanas no tienen sus raíces en datos estadísticos sino
que vienen determinadas por emociones y sentimientos: las narrativas conducen
nuestro comportamiento; ii) a medida que mejora nuestra condición humana,
nuestros estándares de vida aumentan, y con ello también nuestras expectativas
para una vida mejor y más justa.
Schawb
y Malleret citan también “La peste” de Albert Camus, cuando en ella se afirma
que los cambios habían sido tan tremendos e inesperados que no era fácil
concebirlos como algo permanente. Tampoco habrán de serlo los de la pandemia
actual.
En
esa impactante novela, Rieux, uno de los personajes, proclama el siguiente
mensaje: “… Es una idea que puede que le haga reír, pero el único medio de
luchar contra la peste es la honestidad. ¿Qué es la honestidad? –dijo Rambert,
poniéndose serio de pronto. –No sé qué es, en general. Pero, en mi caso, sé que
no es más que hacer mi trabajo”[4].
Antes
de finalizar, unas pequeñas dudas metodológicas: ¿puede lograrse esa “honestidad”
sin una plena libertad de pensamiento?, ¿puede coexistir con un oligopolio de
la información y un monopolio sobre las premisas del nuevo orden?
[1] “El
futuro del capitalismo ante el gran reinicio”, 21 de febrero de 2021.
[2]
“Covid-19: the Great Reset”, World Economic Forum, 2020.
[3]
“Asomarse a la ventana que da a la nada”, 30 de abril de 2021.
[4] A.
Camus, “La peste”, en “Albert Camus, Obras”, Alianza Editorial, 1996, vol. 2, pág. 445.