“On a morning from a Bogart movie in a
country where they turn back time…”
Hoy,
sin pretenderlo, he experimentado una especie de viaje en el tiempo, de retorno
al pasado. Hacía años que no escuchaba la canción “Year of the cat”, que gentilmente me ofrecía YouTube, por medio de un vídeo de su coautor e intérprete, Al
Stewart. Yo era todavía bastante joven cuando el músico escocés nos seducía con
esa inconfundible melodía, salpicada de palabras intrigantes.
También
cada mañana retrocedo en el tiempo durante unos segundos cuando sale a mi
encuentro la torre del homenaje de la Alcazaba. Ver su imagen enaltecida por la
luz que la auxilia en la quietud de la madrugada es un privilegio. Al contemplarla fugazmente
es como si el tiempo se hubiera detenido hace siglos y uno se siente
transportado por un instante. Qué habría sido de nosotros dentro de aquella
fortaleza…
Inmediatamente
aparece el paseo del Parque, todavía adormecido. En medio de la calzada estaba
el gato, que, sobresaltado, se detiene ante la aparición del vehículo, que, al
verlo, aminora su marcha. Ambos se observan y parecen intercambiar mensajes. El
felino está ya cerca del paseo y lo lógico es que prosiga su aproximación hacia
un terreno más seguro. Sin embargo, contra todo pronóstico, se dirige
apresuradamente en sentido contrario para converger con la trayectoria de su
oponente. Sólo milagrosamente esquiva el impacto y huye desbocado sin rumbo
fijo. Nunca hay que fiarse de las estrategias anunciadas. A veces es más
conveniente considerar que los otros contendientes o jugadores pueden moverse
en distintas direcciones. Puede ser arriesgado iniciar un movimiento
presuponiendo una conducta que puede ser muy distinta de la que finalmente se lleve
a cabo.
“Year of the cat” es una canción
cautivadora e inquietante, como lo es el hecho de recibir una invitación para
reencontrarse con ella poco después de haber tenido un encuentro con tan
peculiar vagabundo mañanero. ¿Hasta dónde pueden llegar los ojos y los oídos de
los grandes hermanos?
Quizás
lo más aconsejable sea recordar cómo sonaba la canción hace 40 años, y, la
próxima vez, percibir más sosegadamente la imagen recortada de la imponente
torre… “in the rhythm of the newborn day…”.
“Don’t bother asking for explanations”.
A veces es preferible.