21 de mayo de 2021

Propiedad privada e interés social: huellas en la obra de Ayn Rand

 

Seguramente como otras muchas personas de mi generación, mi primer encuentro con Ayn Rand tuvo lugar, a través de la pequeña pantalla, de la mano de Gary Cooper. Un encuentro totalmente inconsciente y aislado. “El manantial” fue una de las películas que más impacto y desazón me ocasionó en la infancia.

Más de medio siglo después, la figura de la escritora de origen ruso parece que ahora se multiplica, y se manifiesta abiertamente, aunque con su conocido seudónimo.

Desde que William Ramsey me regaló, no hace mucho, un ejemplar de “La rebelión de Atlas”, me veo impelido a adentrarme en su misteriosa y compleja trama. Sus 1.224 densas páginas se antojan, sin embargo, un reto insuperable para un lector micropart-time. La impotencia lectora no hace más que acrecentar el desasosiego y la frustración, después de haber hecho fugaces incursiones para descubrir crípticos diálogos y descripciones de situaciones extrañas.

El desconcierto es mayúsculo cuando uno se encuentra, por boca de algunos personajes, con expresiones abiertamente contradictorias con los postulados de la filosofía randiana.

“Mi objetivo –declara uno de los empresarios que forman parte del reparto- es la preservación de una economía libre… A menos que demuestre su valor social y asuma sus responsabilidades sociales, la gente no la respaldará. Si ella no desarrolla un espíritu público, se acabó, no tengas duda de eso”. “La única justificación para la propiedad privada –sentencia, más adelante, el mismo personaje- es el servicio público”. Al margen de la desafortunada multiplicidad semántica del calificativo “público”, más de un prócer de la responsabilidad social corporativa se haría cruces si frases tan emblemáticas como las reseñadas se asociaran, directa o indirectamente, y aunque no se avalen expresamente, con una de las fuentes filosóficas inspiradoras de Ronald Reagan[1].

“La rebelión de Atlas”, publicada en el año 1957, está dedicada a Frank O’Connor, esposo de la autora. Ésta señaló que “El manantial” “fue sólo una obertura” a “Atlas shrugged”. Habrá que esperar para ver por qué Atlas decidió encogerse de hombros… Pero estaba escrito: “Todo está escrito. Y lo que está escrito, tarde o temprano, sucede”[2].





[1] Ayn Rand, “La rebelión de Atlas”, Ediciones Deusto, 2019, pág. 54.

[2] Juan Ceyles, “It”, Ed. etc el toro celeste, 2021, pág. 187.

Entradas más vistas del Blog