Siempre fue uno de mis animales preferidos.
Su estampa solitaria era una señal inequívoca de estar en algún paraje marinero,
una insinuación de la aventura que podía estar próxima a comenzar, un anuncio
del viaje que siempre habíamos anhelado realizar, un signo de la libertad que
estaba por llegar. Allá a lo lejos aún percibo su vuelo, a veces majestuoso, a
veces errático, mientras deambulaba por el antiguo puerto pesquero, hoy perdido
en la memoria.
La aparición de Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach, tuvo un impacto mundial. La
historia venía como anillo al dedo para mitificar la imagen de esa ave en unas
mentes juveniles ávidas de alzar el vuelo al cielo abierto. He recuperado el
ejemplar, que aún conserva la estampa típica, de buenas hechuras, del Círculo
de Lectores. Discretamente, lleva anotada una fecha, “14-7-75”, la del día en
el que acabé su lectura, lo que, ciertamente, no requería emplear demasiado
tiempo, a tenor de las abundantes fotografías y los espaciados y holgados párrafos.
Era una noche muy calurosa, marcada por la inquietud. Al día siguiente tenía
lugar el examen de Selectividad, la primera vez que esa extraña prueba, que
normalmente se empeña en desmentir su propio nombre, se celebraba en España.
Por aquel entonces, lógicamente, no había referencias sobre los posibles
contenidos y, mucho menos, procesos de preparación para las pruebas. Qué otra
cosa podía hacer.
El paso del tiempo, como en tantas otras
facetas, fue erosionando las connotaciones románticas asociadas al idealizado
animal, de hábitos poco amigables, y con una aparente tendencia creciente a
abandonar sus habilidades para procurarse su alimentación basadas en su
destreza por otras menos elegantes.
Quizás por eso, al cabo de tantos años, vislumbrar el centro de la ciudad plagado de inquietas gaviotas produce cierto desasosiego y alguna extrañeza. A pesar de todo, siguen conservando su figura estilizada, aunque nunca podrán ya recuperar el lugar que un día tuvieron en el imaginario adolescente. Ahora, en tropel, vuelan ansiosas entre los tejados de dos edificios singulares de una etapa modernizadora, de dudosa estética, y que hoy, temporalmente clausurados, comparten dolencias estructurales.