Escritores fantasmas han existido probablemente desde que la escritura comenzó a dar sus primeros pasos. Esta expresión es seguramente más adecuada según los cánones del lenguaje actual, pero puede inducir a algún error. También lo haría ciertamente el uso del vocablo más tradicional. Escritores fantasmas es seguro que los hay, no puede decirse que escaseen, pero me refiero a los ghostwriters.
Ha debido de ser una práctica bastante extendida, y que incluso algunas personas ven como algo normal. No hablemos ya del caso de los discursos preparados para los dirigentes gubernamentales. A título anecdótico, hace años, cuando escribía una columna semanal para un diario malagueño, un experimentado representante político, entonces ya apartado de responsabilidades públicas, daba por hecho que alguien me escribía, en la sombra, tales artículos. Me costó bastante trabajo convencerle de que no era así.
Los casos de ghostwriting, como decía, se remontan mucho tiempo atrás y, como tantas otras actividades, se veían, hasta no hace mucho, limitadas por las restricciones que imponía el contacto físico o la circulación física del material. Woody Allen en algunas de sus películas describe cómo puede transformarse la mente del beneficiario de escritos ajenos. No son extraños los episodios en los que acaban erigiéndose en autores por merecimiento propio.
La economía de plataformas en la que estamos instalados tiende a eliminar muchas de las barreras e inconvenientes antes existentes para una expansión del fenómeno de la escritura en la sombra. Los nuevos canales permiten aflorar demandas que permanecían latentes y, al mismo tiempo, también ofertas de hábiles plumas que encuentran una línea de negocio que se extiende a los confines del mundo.
Una de las plataformas digitales donde puede encontrarse una amplia variedad de servicios profesionales es “Fiverr”. Según recoge Sarah O’Connor (“The shift to remote work carries a inherent risk”, Financial Times, 23-11-2020), una búsqueda en dicha plataforma permite “encontrar a alguien en Sri Lanka que escribiría un post de blog en 24 horas por 5 dólares (tiene más de 1.000 opiniones con una puntuación media de 4,9 sobre 5), a alguien en India que cobraría un precio de 15 dólares y a alguien de Estados Unidos que cobraría 10 dólares”. No lo he comprobado, pero me imagino que también habrá mercado de habla hispana.
Resulta intrigante pensar cómo funciona este mercado en la práctica. ¿Cómo se harán los pedidos? ¿Qué temas admiten y llegan a cubrir los autores? Y si, por esta sinuosa vía, como le pudo ocurrir al personaje de Woody Allen, alguien logra convertirse, en este caso, en un bloguero de éxito, ¿cómo se garantizaría que no va a ser descubierta su impostura? En fin, a tenor de otros conocidos antecedentes de más alto standing, quizás eso carezca de importancia.
Pensándolo bien, es sin duda mucho más prudente y recomendable buscarse como asistente a algún personaje literario. Si uno tiene fe en una obra literaria, alguno de sus protagonistas puede cobrar vida, y ser de eficaz ayuda en las labores de escritura, ya sea de forma consciente o inconsciente.