5 de junio de 2020

Una nueva era para el trabajo, de AC a DC: ¿un momento “Mago de Oz”?


La crisis sanitaria provocada por la pandemia del coronavirus ha sometido a todas las empresas, sin ningún margen de preaviso ni tiempo para ensayos ni simulacros, a pruebas de resistencia sin contemplaciones, a bocajarro. Simultáneamente, durante el período del Gran Confinamiento, sin que nadie se lo solicitara, el maldito virus ha actuado también como un consultor implacable que, de forma brutal, ha puesto en práctica planes de ajuste, sistemas de respaldo, estudios de dimensionamiento, planes de optimización de recursos, soluciones de urgencia, reingeniería de procesos, y quiebra de la frontera entre la actividad profesional y la vida personal. Ha derribado, en fin, barreras y mitos, y obligado a discernir entre lo esencial y lo prescindible, entre lo conveniente y lo inexcusable, entre lo básico y lo accesorio. A pesar del balance tan trágico y sobrecogedor de la pandemia, afloran como efectos colaterales un conjunto de experiencias que, desde el punto de vista de la gestión empresarial, no han de caer en saco roto.

La organización del trabajo es uno de los ámbitos más afectados. Así se refleja en una reciente columna de The Economist (30-5-2020) en la que se afirma que la vida laboral ha entrado en una nueva era, y que lleva por título “From BC to AD” (“de antes del coronavirus a después de la domesticidad”), o de AC a DC (de antes a después del coronavirus, o, si se prefiere, de antes a después del confinamiento). Y no se duda en equiparar el cambio producido con las grandes transformaciones de los centros de trabajo acontecidas en los siglos diecinueve y veinte, pero con una gran diferencia, la de la inmediatez.

Según The Economist, la rápida adaptación a la nueva situación ha sido posible gracias a varias condiciones preexistentes: i) la disponibilidad de servicios de banda ancha, que hacen posible la descarga de documentos y la celebración de multivideoconferencias; ii) el predominio de las actividades de servicios en las economías avanzadas.

Apunta también un factor crucial: mientras que en el pasado los empleados que permanecían en su domicilio estaban bajo sospecha de disfrutar de un período de holganza, hoy día el trabajo a distancia se ve como algo normal y aceptable, cuyo producto puede ser objeto de cuantificación y control. Las cosas, sin embargo, no son tan fáciles en la práctica. Cuando no toda la actividad empresarial puede desarrollarse telemáticamente, pueden surgir percepciones de tratamiento asimétrico entre quienes se ven obligados a asistir presencialmente a sus puestos, en tareas de atención al público o de mantenimiento, y los teletrabajadores.

Según algunas opiniones teñidas de sarcasmo, dentro de este último colectivo puede diferenciarse -tras escindir el vocablo “teletrabajo””- entre quienes están delante de la tele y quienes están trabajando. En fin, quizás sea más pertinente diferenciar según dos criterios independientes: a) forma de trabajo (in situ/a distancia); y b) actividad desarrollada (productiva/improductiva). Nos encontraríamos así con una matriz 2 x 2, con 4 combinaciones posibles, sin que, a priori, seamos capaces de ubicar exactamente a una persona concreta.

El trabajo a distancia presenta, como no podría ser de otra forma, una serie de importantes ventajas, para empleadores y para empleados, aunque también inconvenientes, entre los que se encuentra la pérdida de interacción personal más directa.

¿Cabe esperar que se mantenga como tendencia irreversible? En el referido artículo de The Economist se sostiene que sí, y se destaca que muchas empresas y muchos empleados pueden haber tenido su momento “Mago de Oz”: “las oficinas centrales corporativas han demostrado ser un hombre viejo detrás de la cortina. La fe en la oficina centralizada puede que nunca se llegue a restaurar”.

Inevitablemente, lleno de nostalgia, vuelvo a recordar la vieja película y la imagen de la niña a la que le entusiasmaba tanto. Era grande el contraste entre el blanco y negro y el tecnicolor, entre los paisajes, cuando la protagonista, al abrir una puerta, se adentra en un nuevo mundo. Hay umbrales que dan paso a un futuro de color indefinido, pero, otras veces, los colores más bellos estaban en los cuadros del pasado, aunque entonces quizás no acertábamos  a apreciarlos.

Al vernos forzados a abrir una puerta, que literalmante se venía abajo, las nuevas formas de trabajo se han graduado magnis itineribus, y han despejado la senda para importantes cambios en la actividad empresarial, en la vida personal y familiar, en las interrelaciones económicas y sociales, y también en las posibilidades de ubicación geográfica... perhaps you could also fly beyond the rainbow but it is harder to find the missing way.

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