José M. Domínguez Martínez
José Mª López Jiménez
La
publicación de los resultados de las pruebas del Programa para la Evaluación
Internacional de los Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés), desarrollado
por la OCDE, es un momento esperado por todas aquellas personas involucradas de
una manera u otra en las iniciativas de educación financiera para jóvenes.
Los
objetivos generales de PISA son ambiciosos, pues esta iniciativa trata de
evaluar no tanto el conocimiento adquirido y su posible reproducción irreflexiva
por los estudiantes, sino qué se puede hacer por estos con tal conocimiento, es
decir, sus competencias, ante distintos entornos.
Los
resultados de las pruebas específicas llevadas a cabo en el año 2018 sobre
aspectos relacionados con el dinero, la economía y las finanzas, no
obligatorias sino voluntarias para los países y los territorios participantes,
han sido publicados por la OCDE con fecha 7 de mayo de 2020 (“PISA 2018
Results. Are students smart about money?”, vol. IV”).
En
la prueba de 2018 participaron 117.000 estudiantes, representativos de un total
de 13,5 millones de estudiantes de 15 años de edad, correspondientes a una
veintena de países y territorios, entre ellos España.
Las
mejores calificaciones se alcanzan en Estonia, en Finlandia y en las provincias
canadienses, con puntuaciones de 547, 537 y 532, respectivamente. España
obtiene 492, en el 11º lugar de los países considerados, cuyas puntuaciones mínimas
se sitúan en 388 y 403. Según los datos informados por los estudiantes, España
se encuentra entre los países con un índice de educación financiera en el aula
inferior a la media.
El
informe es extenso (250 páginas) y ofrece abundantísima información, por lo que
señalamos a continuación algunos de sus aspectos, a nuestro juicio, más
notables:
- Se parte de la constatación de un creciente reconocimiento de que toda la población y, especialmente, los jóvenes, necesitan tener instrucción financiera para desempeñar tareas comunes en su vida cotidiana.
- Partiendo de que la prueba de 2018 clasifica a los estudiantes en 5 niveles de competencia (1, 2, 3, 4 y 5, siendo 1 el nivel inferior y 5 el superior), un 85% de los estudiantes alcanza, al menos, el nivel 2, y sólo un 10% llega al nivel máximo. En promedio, y al igual que en España, en torno a un 15% de los estudiantes se sitúan en el nivel 1 o por debajo de este.
- Se observa una elevada correlación positiva de la alfabetización financiera con las competencias en matemáticas (0,87) y lectura (0,83).
- También se da una apreciable relación positiva entre el acceso a productos financieros básicos y la puntuación alcanzada (R2 = 0,72): son mejores los resultados de los alumnos que tienen a su disposición una cuenta o una tarjeta que los de los alumnos no bancarizados.
- Respecto a las diferencias de puntuación entre estudiantes de un mismo país, la OCDE llama la atención, entre otros aspectos, sobre que un 10% de las diferencias en competencias financieras puede ser explicado por el estatus socioeconómico.
- Los progenitores son la fuente más común de información sobre cuestiones monetarias de los estudiantes, de lo que se deduce que, desde el punto de vista de los programas de educación financiera, cabe plantearse el desarrollo de acciones dirigidas expresamente a aquellos, para su proyección indirecta en los menores.
- En general, los estudiantes desaventajados y los que pertenecen a escuelas desaventajadas es más probable que hayan realizado tareas relacionadas con el dinero en el aula, en comparación con los pares aventajados. Pero esa mayor exposición está asociada, paradójicamente, a un peor desempeño en materia financiera.
- De igual manera, resulta altamente sorprendente que el haber manejado un libro de texto que contenga específicamente cuestiones financieras se refleje en un peor desempeño, cifrado en 25 puntos.
- Un 52% de los estudiantes declaran que les gusta hablar de cuestiones financieras, pero el 37% señalan que no les son relevantes en el momento actual.
El
informe de la OCDE identifica en su parte final una serie de pautas para
mejorar las políticas y las prácticas de educación financiera, que deberían
orientarse hacia: i) las necesidades de los estudiantes con inferior desempeño
y peores condiciones socioeconómicas; ii) la igualdad de oportunidades formativas
de chicos y chicas: iii) el acceso a productos financieros (digitales)
apropiados según la edad, y iv) la provisión de la formación necesaria en la
escuela y en el hogar.
La
OCDE anuncia que está trabajando en un nuevo marco de aprendizaje conceptual (“The
Future of Education and Skills: Education 2030”), basado en un compromiso con
los factores ambientales, sociales y de gobernanza (ASG), y con el bienestar
individual y colectivo, y que se encuentra alineado, al menos,
cronológicamente, con la Agenda 2030 de las Naciones Unidas y sus 17 Objetivos
de Desarrollo Sostenible.
Como
se indica en el informe aquí reseñado, a medida que las sociedades cambian, van
emergiendo nuevos conceptos y cuerpos de conocimiento que se consideran de
importancia clave para que los estudiantes los aprendan en la escuela.. Es
ciertamente significativo que se incluya, dentro de ese repertorio estratégico,
la destreza financiera.
(Artículo
publicado en el diario “Málaga Hoy”, con fecha 7 de junio de 2020)