Según el Centro de Recursos del Coronavirus de la Johns Hopkins University, consultado hoy, 11 de junio de 2020, el número de víctimas mortales ocasionadas por la Covid-19, a escala mundial, se eleva ya a 417.377 personas. Aun cuando este tenebroso cómputo, lamentablemente, no se ha detenido todavía (hoy se reflejan 4.140 registros más que ayer), la pandemia que lleva meses azotando al mundo se encarama ya dentro del top ten de las más mortíferas de la historia, que aparecen relacionadas en el cuadro adjunto.
Ese tétrico ranking está encabezado por la denominada “Spanish Flu”, a la que se imputan nada menos que 100 millones de muertes. Si el nombre de España no ha gozado de demasiada fortuna ni de justo tratamiento a raíz de una serie de episodios históricos, sin duda éste alcanza una cotas difícilmente superables. La no participación hispana en la primera gran confrontación bélica mundial tuvo indirectamente este aberrante legado reputacional. Y no deja de ser curioso que, respecto a otros contextos históricos, en los que los españoles sí actuaron como exportadores inconscientes de enfermedades desconocidas en otros territorios, prosperara, en cambio, la tesis, firmemente arraigada, del genocidio.
Cuestiones ambas aclaradas por estudios históricos rigurosos, que no han podido impedir que el nombre de este país del sur de Europa siga arrastrando pesados lastres, lo que tal vez sea una de las explicaciones de la reticencia de algunas personas a llamarlo por su nombre. Pero son éstos a aspectos a abordar desde otras perspectivas, distintas a la de dimensionar el impacto de las pandemias, a partir del referido cuadro, tomado de Óscar Jordà, Sanjay R. Singh, y Alan M. Taylor, “The long economic hangover of pandemics”, Finance & Development, junio 2020, donde se citan otras fuentes originarias.
Un siglo después de la “Gripe Española”, sin conflictos bélicos mundiales, en la era de los smarthpones, de internet, de las comunicaciones por satélite, de los big data, de la inteligencia artificial, de la nanotecnología, y de muchas cosas más, un virus nos ha introducido en una máquina del tiempo y nos ha transportado instantáneamente a la Edad Media. Y tal vez sólo el “Gran Confinamiento” ha sido lo que ha impedido emular la senda de la espantosa “Muerte Negra”, que causó 75 millones de víctimas mortales.
Los autores citados (Jordà, Singh y Taylor) han analizado las consecuencias macroeconómicas después de las grandes pandemias. Concluyen que sus efectos económicos pueden ser muy duraderos, extendiéndose a veces durante décadas. Concretamente, tienden a deprimir los tipos de interés de manera persistente. Aun cuando, dadas las características de la Covid-19, y teniendo en cuenta otros aspectos, hay factores que pueden contrarrestar esa tendencia descendente, consideran que, en términos netos, debemos esperar un período sostenido de bajos tipos de interés reales. O, lo que es lo mismo, un deleite para quienes se endeuden y un tormento para los pretendan ahorrar.