A lo largo de las últimas décadas, he viajado en numerosas ocasiones a Estocolmo; aunque siempre a lomos de la fértil novela negra escandinava. Ciudad magnificente y serena, capital de un país envidiable en muchos aspectos, que durante años ha encarnado el modelo ideal de sociedad. Nadie lo diría después de descubrir el supuesto submundo que muestran los innumerables títulos de las inacabables series representativas de dicho género. A pesar de todo, el encanto arquitectónico de Estocolmo y de su entorno queda incólume. Y, en cualquier caso, el panorama se antoja casi idílico si lo comparamos con el descarnado retrato que de la gran urbe septentrional en el año 1793 traza Niklas Natt Och Dag.
Este nuevo talento de la inagotable cantera de escritores suecos ha irrumpido con fuerza y arrojo en el sumamente denso bosque de autores de ese tipo de literatura, ya sea ambientada en nuestro tiempo o en distintas épocas del pasado.
Si verdaderamente Estocolmo respondía a la minuciosa descripción que hace el joven escritor, ya coronado por el éxito, uno no puede sino preguntarse, lleno de incredulidad, que cómo es posible que semejante concentración humana de miseria, penuria, inseguridad, abuso, corrupción, desorden, suciedad, inmundicia, maldad y caos, ha podido evolucionar hasta llegar a la situación actual, que, pese a las reticencias que puedan desprenderse de los referidos textos literarios, sigue causando admiración en todo el mundo. Habría que adentrarse en el análisis de “Cómo llegar a ser Dinamarca”, inspirado en la obra de Fukuyama, pero eso nos llevaría a salirnos del terreno en el que ahora estamos.
“1793” es una novela detectivesca en clave histórica. Aunque se basa en la gran intriga que rodea a un extraño crimen con el que arranca la obra, la minuciosidad con la que el autor describe la configuración de la ciudad, las condiciones de vida, la apariencia de los personajes y los avatares meteorológicos da pie a que, por momentos, el lector se crea inmerso en una pormenorizada crónica histórica.
Y, para desempeñar la labor investigadora, ciertamente ardua y plagada de obstáculos que llevan a los protagonistas al límite, el documentado narrador elige a dos singulares personajes, totalmente contrapuestos, pero que, a la postre, forman una compacta pareja, un letrado metódico, persistente, ecuánime y sagaz, afectado gravemente por la tuberculosis, y un excombatiente mutilado, que ejerce como vigilante de tabernas, propenso a la gresca y al alcohol, pero no menos proclive a la perseverancia y al compromiso.
Muchas serán las vicisitudes que habrán de afrontar para ir despejando una concatenación de indescifrables intrigas y sorteando peligros insospechados. Como también lo son algunos de los giros que aguardan al lector, que deberá armarse de entereza para sobrellevar algunas descripciones de angustiosos y crueles episodios que van acaeciendo.
A diferencia de otras muchas novelas que pueblan este aparentemente inagotable filón de la novela negra, “1793” es una obra bien escrita e hilvanada. Algunos trances pueden parecer un tanto inverosímiles, pero, también en comparación con otras, “non troppo”.
Asimismo habría que señalar que, no ya hasta el último capítulo sino hasta la última escena, no puede asegurarse lo que va a ocurrir (o había ocurrido). Tanto es así que, a pesar de que en la solapa del libro se anuncie que se trata de una primera entrega de una trilogía, queda algún resquicio de duda acerca de si realmente ello va a ser factible.