25 de mayo de 2020

El papel de los bancos en tiempos de pandemia


El tremendo shock provocado por la pandemia del coronavirus está sometiendo a la economía y a la sociedad a pruebas de resistencia extrema, superando los escenarios más adversos concebidos. Y ha obligado a adaptaciones aceleradas, sobre la marcha. También ha llevado a revisar y a reformular paradigmas que parecían muy sólidos.

Algo que resulta más difícil en relación con la percepción social del papel de las entidades bancarias, condicionada por todo lo acontecido a raíz de la gran crisis financiera internacional de 2007-2008 y sus consecuencias. La sombra del denominado rescate bancario es alargada. Sin embargo, suelen omitirse algunos datos no triviales, como que ha habido entidades que no recibieron ayudas públicas, y que estas no impidieron que los bancos en crisis perdieran su capital, mientras que sí propiciaron que los depositantes conservaran intactos sus ahorros. Las ayudas concedidas, que permiten mantener el control público de una de las mayores instituciones nacionales, posibilitaron preservar la estabilidad de un sistema que, a través del funcionamiento de los medios de pago, la custodia y la canalización del ahorro, y el canal del crédito, resulta crucial para el desenvolvimiento de la actividad económica.

No es de extrañar, pues, que, entre los servicios considerados esenciales en el estado de alarma nacional, se incluyeran expresamente los prestados por las entidades bancarias. Se multiplican, con toda razón, los testimonios de reconocimiento hacia todas aquellas personas que con su sacrificio y esfuerzo diarios, en ocasiones a costa de su propia seguridad, están manteniendo los resortes claves para la continuidad de la marcha de la sociedad, y, de manera muy especial, hacer frente a la terrible enfermedad que nos golpea. Las alusiones al personal de las oficinas bancarias que continúan abiertas al público, y a quienes mantienen toda la maquinaria de los servicios financieros en marcha, quedan, sin embargo, soslayadas.

Como también el papel crucial desempeñado por las entidades bancarias en esta etapa tan crítica. Para garantizar la seguridad de los depósitos confiados por la clientela, para instrumentar pagos y operaciones a través de canales telemáticos, para atender el cobro de nóminas, pensiones y prestaciones, para dar un respaldo a familias y empresas afectadas por una caída de sus recursos económicos, para ayudar a miembros de colectivos en situación de vulnerabilidad económica, para canalizar las medidas gubernamentales. En fin, para transmitir confianza de que la sociedad puede seguir contando con unos servicios cuya verdadera importancia no se percibe bien sino cuando están ausentes.

El personal de los bancos viene trabajando arduamente para que las referidas medidas económicas puedan ser efectivas. Y no hay que perder de vista que, más allá de la estrategia de las propias entidades en relación con la gestión de sus activos, y de sus decisiones en el ámbito de la responsabilidad social corporativa, algunas de las disposiciones dictadas desde las páginas del Boletín Oficial del Estado en apoyo de familias, autónomos y empresas impactan directamente en sus cuentas de resultados (coste de las moratorias de intereses de préstamos, gastos para la formalización de las operaciones de moratoria y de liquidez, entre otros aspectos).

Si ya antes de la crisis sanitaria los bancos afrontaban considerables retos en términos de rentabilidad, en un entorno de prolongación de tipos de interés ultrarreducidos, actualmente se multiplican de una manera extraordinaria, en particular por lo que concierne a la cobertura de sus costes de producción. Hoy día se echa de menos la presencia de sucursales en pequeños municipios después de la reconversión a la que se ha visto sometido el sector. Es fundamental que, en un futuro, no ocurra algo parecido a una escala mayor. Ahora la prioridad indiscutible es proteger la vida y la salud de las personas, pero también lo es velar por la salud del sistema económico y por la del sistema financiero. Ambos se necesitan, y ninguno puede seguir respirando sin el otro.

(Artículo publicado en el diario “Sur”, con fecha 25 de mayo de 2020)

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