Los transeúntes constituyen
un extensa masa anónima, carente de perfiles identitarios, que asume,
resignadamente, los efectos de las conquistas de otros colectivos que compiten
por el mismo espacio. Hubo un tiempo en el que el peatón era dueño y señor de
las aceras, las avenidas y los paseos. El paisaje urbano se fue transformando
con la llamada modernización, y, más recientemente, las nuevas tecnologías, a
través del uso de aplicaciones informáticas, han poblado el centro de las
ciudades, paradójicamente, de medios de transporte de la era pre-Internet, ya
sean vehículos con conductor o patinetes. Un buen día vimos aparecer de pronto
a una persona montada en un patinete eléctrico, como algo exótico, mientras que
hoy se han convertido en un elemento cuasiubicuo.
Ante un mismo hábitat objeto
de crecientes disputas, el peatón tiene aún la posibilidad de apostarse en
algún remanso -bien cada vez más escaso- de su camino para dirigir su mirada a
las alturas y deleitarse con el vuelo de las golondrinas en el cielo urbano. Hasta
ahora, los inquietantes coches voladores eran una mera recreación de las
películas de ciencia ficción. Pero en el guion de las empresas que marcan la
agenda de la movilidad urbana, el taxi
volador se prepara a marchas forzadas para situarse en la parrilla de
salida. Puede que quede poco tiempo para disfrutar del cielo de la ciudad al
que estamos acostumbrados.
Uber, junto a más de cuarenta
compañías, lleva años trabajando para hacer realidad las aeronaves o vehículos VTOL
(“Vertical Take-off and Landing”), esto es, con despegue y aterrizaje
verticales. Según Uber, la aviación bajo demanda tiene el potencial de mejorar
radicalmente la movilidad urbana, posibilitando que los “commuters” recuperen
el tiempo perdido diariamente en los desplazamientos desde su domicilio hasta
el lugar de trabajo, y a la inversa. Su objetivo es poder operar con taxis voladores ya en el año 2023.
Según el “Libro Blanco” de
Uber Elevate (octubre 2016), “al igual que los rascacielos permitieron a las
ciudades usar de forma eficiente un suelo limitado, el transporte aéreo urbano
utilizará el espacio aéreo tridimensional para aliviar la congestión del
transporte terrestre”. Asimismo, sostiene que las nuevas alternativas ofrecen
ventajas en términos de costes y de diversidad de rutas para un mismo trayecto.
El helicóptero es la
tecnología equivalente más próxima, pero ésta es más ruidosa, ineficiente,
contaminante y cara para su uso a escala masiva, al margen de estar ensombrecida
a raíz de la conmovedora tragedia de Kobe Bryant y sus acompañantes. Los aparatos
VTOL harían uso de propulsión eléctrica con cero emisiones operativas, y, según
sus promotores, podrían ser poco perturbadores para el entorno, además de más
seguros y económicamente viables. En el referido informe se describe, no
obstante, una amplia lista de barreras que aún deben ser superadas para confirmar
su viabilidad práctica (proceso de certificación, tecnología de las baterías,
eficiencia y fiabilidad de los vehículos, control del tráfico aéreo, seguridad,
niveles de contaminación acústica, infraestructuras en las ciudades, formación
de los pilotos…).
Los avances de la ingeniería
posibilitan que los cielos de las ciudades acojan la circulación de aeronaves
ligeras, pero, como ha enfatizado John Gapper, la pregunta es si ello es
deseable. Para este articulista del Financial Times, sería preferible que las ciudades
recurrieran más a la utilización del transporte ferroviario, en lugar de
“desplegar escuadrones de taxis privados en el cielo. Los reguladores y los
inversores determinarán si servicios como los de Uber Air merecen la aprobación
y justifican el riesgo financiero. Unos y otros deberían tomarse una pausa
antes de convertir la ciencia ficción en un hecho”.
Sin embargo, Jaiwon Shin,
uno de los responsables de investigación aeronáutica de la NASA, declaraba hace
unos años que el que tales aparatos ocupen el espacio aéreo es una cuestión “no
de si, sino de cuándo”.
(Artículo publicado en el
diario “Sur”, con fecha 9 de marzo de 2020)