Desde que tengo uso de razón, rara vez he podido sentir la satisfacción de llevar a cabo actuaciones personales sin tener que asumir algún cargo de conciencia. Quizás los tentáculos de una cultura basada en el pecado echaron raíces tan profundas que nunca se pueda llegar a erradicar del todo algún sentimiento permanente de culpabilidad, ya sea por acción o por omisión.
Tales raíces puede que tuvieran un origen religioso, ideológico, psicológico o existencial, pero, en el caso de que lográramos liberarnos de ese yugo, la propia noción económica de coste de oportunidad nos empuja ineludiblemente a encontrar siempre algún foco de lamentación, una y otra vez.
Y, por si acaso, ya en tiempos más recientes, el dibujo de nuestra huella medioambiental nos amenaza con retratarnos en cada una de nuestra acciones. Justo al término de las pasadas fiestas navideñas hispanas, en un artículo publicado en el diario Financial Times, Izabella Kaminska (“Supporting your local high street is the easiest way to go green”, 7 de enero de 2020), lanzaba una encendida plática para guiarnos por el buen camino de las compras amigables con el medio ambiente.
Según la mencionada articulista, sustituir las compras online, a través de plataformas como las de Amazon u Ocado, en favor de los comercios del centro de nuestra ciudad (del barrio en las grandes urbes, cabría matizar) puede representar una diferencia real en términos de consumo de plástico, gasto de carburantes y compra de alimentos en exceso. “Apoyar las tiendas de la calle principal [de tu municipio] tanto como puedas es probablemente una de las cosas más fáciles y más verdes que puedes hacer”, añade.
Y, por si cabía alguna duda respecto al sentimiento de culpabilidad en caso de no seguir esa directriz, lanza el siguiente mensaje: “Si hacer compras en Amazon te hace sentir culpable (y así debe ser, puesto que la compañía emitió 44,4 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono en 2018)… merece la pena considerar que es muy improbable que podamos avanzar hacia los objetivos medioambientales sin hacer que nuestras vidas sean más inconvenientes. La inconveniencia está en el corazón de la sostenibilidad”.
Tras la lectura de la filípica de la columnista del Financial Times, aparte de activar las alertas ecológicas, no pude sino ver alimentada la nostalgia derivada de la lectura de la obra “Comercios malagueños que dejaron huella”, de Fernando Alonso, de cuya presentación se recoge una reseña en este blog (22-1-2020). O tempora, o mores!