Hoy, día 22 de enero de 2020, ha
tenido lugar en Málaga la presentación pública de la obra “Comercios malagueños
que dejaron huella” (ediciones del Genal, 2019), escrita por Fernando Alonso
González, y que cuenta con la colaboración de Jorge Alonso Oliva.
El acto se ha celebrado en un lugar
emblemático, con una elevada carga simbólica, el salón de actos de Unicaja
Banco en Plaza de la Marina. El salón pertenece a esa entidad financiera, a un
establecimiento comercial que se instaló en Málaga a mediados del siglo veinte
y que, después de muchas transformaciones, sigue abierto al público. Sin
perjuicio de ello, en realidad dicho espacio forma parte del acervo cultural de
la ciudad de Málaga. En cierto modo, constituye también un pequeño museo
silente, al acoger en sus paredes algunas obras pictóricas de destacados
artistas del siglo diecinueve. Como la que, desde el techo, nos ilumina con espléndidas
representaciones alegóricas surgidas de la misma mano maestra del autor de la
icónica pintura inmortalizada en el Teatro Cervantes, “Alegoría de Málaga con
su Puerto, Estación de Ferrocarril, la Agricultura, Industria y Comercio”,
Bernardo Ferrándiz. Una serie de circunstancias hacían de la sala un entorno bastante
propicio para la presentación de un libro de esa naturaleza.
A lo largo de treinta años, he
asistido a numerosas presentaciones de libros, informes y estudios en ese salón,
cuyos balcones miran al Puerto. Pero he de reconocer que la obra de Fernando
Alonso resulta especialmente entrañable para los malagueños de mi generación,
toda vez recoge un retrato imprescindible, en perspectiva histórica, de la
añorada Málaga comercial que vivimos en nuestra infancia, lejana infancia,
hacia finales de los años cincuenta y a lo largo de los sesenta del pasado
siglo.
Aparte de la inevitable dosis de
nostalgia, al revivir episodios que se alojan recónditamente en la memoria, la
lectura del libro sirve también para tomar conciencia de la extraordinaria y
meritoria base empresarial que tenía la ciudad, en una época plagada de
dificultades y en la que apenas comenzaba a salirse de la autarquía económica.
Fruto de la experiencia y de las
vivencias personales, varios son los elementos que, en mi opinión, conformaban
el denominador común de aquellos ilustres comerciantes: ante todo, como
epítome, su categoría, acompañada de atributos como la eficacia, la calidad, la
profesionalidad, la disposición y la capacidad de atender cualquier necesidad, la
vocación de servicio, la exquisitez en el trato, el sello de distinción, y el orgullo
de marca. Eran, en suma, un magnífico exponente del espíritu emprendedor y de
la laboriosidad de los malagueños y de otras personas que eligieron instalarse
en nuestro municipio para desarrollar su actividad.
Su desaparición, motivada por causas
muy diversas, supuso una pérdida irreparable y una descapitalización en toda
regla, con efectos colaterales para la vida en el centro de la ciudad que el
autor describe, con un tono de amargura, en el prefacio de la obra.
Recuperar, significar y preservar su
memoria es una forma de comenzar a atender la enorme deuda de gratitud con
ellos contraída.
La obra de Fernando Alonso viene así
a cubrir un hueco esencial en ese sentido, aportando un estudio encomiable, aún
más apreciable teniendo en cuenta la juventud del autor. En ese empeño, aunque
más modestamente, coincidimos con la puesta en marcha de un proyecto
incipiente, el proyecto Mlk, también dirigido a tratar de que no se pierda la
huella de las empresas, proyecto en el que ya hemos contado con una docta contribución
del propio Fernando Alonso.
Considero que la obra de referencia
contiene un valioso repertorio de trayectorias comerciales en su contexto
histórico, y permite poner de relieve el valor de una serie de compañías cuya
verdadera trascendencia, de lo contrario, podría pasar desapercibida.
También representa una invitación a
la reflexión sobre el devenir de la vida en la ciudad, en una época de cambios
de paradigmas económicos y sociales.
Por otro lado, la historia de los 24
comercios desaparecidos glosados en el libro encuentra un perfecto complemento en
las emotivas evocaciones escritas por Jorge Alonso Oliva, que vienen a añadir
connotaciones sentimentales.
A raíz de todo ello, como antes
señalaba, para personas de mi generación es difícil no evocar un cúmulo de
imágenes de una época ya muy lejana. Ciertamente, entre otras muchas, recuerdo,
como se recoge en la obra, el acontecimiento social que supuso la llegada a
Málaga de la primera escalera mecánica, en los almacenes Félix Sáenz; la
sorpresa que me producía la diversidad de la oferta que, en unos tiempos de escasez
y austeridad, podía encontrarse en Álvarez Fonseca o Gómez Raggio; la magia
incomparable de la librería Denis, donde primero, siendo un niño, acudía a
comprar novelas de Julio Verne o Enid Blyton, luego los libros para el Instituto,
más tarde los manuales de la Facultad y, finalmente, textos para preparar las
clases o los trabajos de investigación en mi primera etapa como profesor
universitario; la calidad suprema y la excelencia en el servicio de Los Alpes;
o el ambiente bohemio de la Buena Sombra, cuyo salón marcaba el umbral de la
adolescencia.
En definitiva, creo que debemos
felicitar a Fernando Alonso y Jorge Alonso por tan magnífica obra, e instarles
a que prosigan en esa senda narrativa de los comercios malagueños y de su
entorno.
Y, aunque pueda parecer muy utópico,
ojalá que haya comercios que puedan desafiar el destino implacable que el autor
atribuye a todas las empresas en su condición de seres vivos, a los que, tarde
o temprano, llega su hora final. Tal vez el caso de las empresas integrantes
de clubes de Inglaterra o Francia en los que, para acceder, hay que acreditar
una antigüedad de más de 200 o 300 años sea un ejemplo estimulante, y no
digamos el de las empresas japonesas, aún operativas hoy, procedentes de los
siglos VI y VIII de nuestra era.
En cualquier caso, sólo cabe esperar
y desear que la serie de los “Comercios históricos malagueños” -anterior
publicación de Fernando Alonso centrada en firmas subsistentes (en el momento
de la edición)- aglutine más entradas que la serie de los que desaparecen,
aunque sea necesario ir completando el inventario.