Hacía tiempo que no tenía ninguna noticia de él. En
verdad lo echaba de menos. Desde que, decepcionado por el rumbo que había
tomado el mercado editorial, había empeñado su creativa e incisiva pluma en el
vetusto monte de piedad, al menos eso me dijeron, el panorama literario no era
el mismo sin él. Sin sus afilados dardos, el magister magistrorum había podido permanecer, en su acostumbrada
postura beatífica, en su cetro incontestado, cual esfinge pétrea, disfrutando de
su venerado imperio, que día tras día expande sus fronteras. La semana pasada,
camino de El Ejido, en plena calle Carretería, me crucé con él, acompañado de
algunos miembros de su cortejo habitual. Traté de saludarle cordialmente, pero
no me respondió. No sé si porque no había empleado el obligado vocativo.
Ahora reaparecía de forma inesperada, a través de
un intrigante correo electrónico, con el que adjuntaba un extraño gráfico.
Inmediatamente me di cuenta de que aún no había superado completamente su graficofobia,
que, durante años, le había martirizado. Algo que me resultaba totalmente
inexplicable teniendo en cuenta sus grandes cualidades para el diseño
geométrico y la visión arquitectónica. Tal vez la asociación de los gráficos
con los contenidos económicos, o quizás alguna experiencia vivida en su etapa escolar, habían generado en él esa
suerte de relación traumática con las representaciones gráficas de datos
numéricos.
Tras una serie de reflexiones, llegué a la
conclusión de que el gráfico en cuestión podría ser objeto de la siguiente
interpretación. Supongamos que dos personas (A y B) han nacido el mismo día,
pero con una diferencia de 9 años. Así, cuando B cumple 10 años, A cumple 19; cuando
B cumple 31, B cumple 40; cuando B llega a los 48, B tiene 57... Sucesivamente,
la suma de los dígitos de la edad de cada uno coincide con la del otro (10, 4,
12, respectivamente, en los casos señalados). Sin embargo, la regla se quiebra
cuando A llega a las edades representativas del final de las décadas, a
partir de la segunda (20, 30, 40...). En estos supuestos, las diferencias entre
las sumas de los dígitos, en un sentido u otro, ascienden a +/- 9.
Con gran ilusión, he trasladado esta posible
explicación a Nono Valdivieso, pero aún no he obtenido ninguna respuesta suya.