18 de agosto de 2019

The Bromley Boys: afición deportiva en estado puro

Genuina comedia británica, fútbol, mucho fútbol, economía de la precariedad deportiva, sueños de la adolescencia, hasta dosis de intriga. Todos estos elementos y algunos más pueden encontrarse en la película “The Bromley Boys”, pero, sobre todo, afición deportiva en estado puro. Se trata de una cinta entrañable y emotiva, una auténtica sorpresa agradable con la que tratar de reencontrar las difusas coordenadas en estas extrañas jornadas de ferragosto.

La película presenta contenidos de interés para un público de perfil variado: para quien vaya buscando simplemente una comedia refrescante, para los aficionados recalcitrantes al fútbol, para los padres y educadores preocupados por los derroteros de los adolescentes, para los gestores de equipos deportivos, para los entrenadores ávidos de asumir retos imposibles, para quienes aspiran a que sus clubes alcancen la gloria deportiva, y para quienes no están dispuestos a sacrificar, bajo ningún concepto, el apego a sus colores.

El guion cuenta la historia de un seguidor del modesto club de fútbol de la localidad de Bromley, que, en los años sesenta y setenta del pasado siglo militaba en categorías inferiores de la competición futbolística inglesa. El muchacho protagonista, que a la postre escribiría el libro en el que se inspira la adaptación cinematográfica, David Roberts, es un completo apasionado del fútbol y, muy en particular, del Bromley, cuyo devenir se convierte en su razón de ser.

No me dispongo a revelar aquí, preventivamente, más detalles de los precisos, pero no hay hace falta ser un experto futbolístico para saber que el equipo en cuestión no ha ganado nunca la Champions League, tampoco la Premier League, ni otros títulos altamente reputados. No obstante, aquí mismo hemos comentado el caso del Leicester como “cisne negro”, por lo que librémonos de formular exclusiones categóricas. Sin embargo, en los años reflejados en la pantalla las aspiraciones eran bastante menos exigentes, pero no por ello menos fáciles, dadas las dificultades y condicionantes del entorno.

Eso lo saben muy bien quienes hayan participado en la dirección de clubes sujetos a rígidas restricciones presupuestarias, y a los normales avatares deportivos y extradeportivos, que han de competir en ligas desequilibradas. También, que poder rozar la gloria es un aliciente irrenunciable, aunque hay otras metas menores que, calibradas en función de las circunstancias, pueden representar igual o mayor mérito. El deporte es una fuente extraordinaria de enseñanzas en muchos órdenes de la vida y generador de valores perdurables.

El deporte aporta entretenimiento e ilusión, desata pasiones y da pie a testimonios impresionantes como el del muchacho Dave Roberts. La película que narra su historia aglutina todo lo demás. También la lección de que, como casi siempre, las apariencias engañan. Él no olvidaría nunca que algunos clubes de fútbol punteros tienen nombres coincidentes con el de prestigiosas universidades.

[Dedico esta entrada a la memoria de Raimundo Trespalacios y de José López, y, asimismo, al recuerdo de otros compañeros de reparto, junto a los que, como debutantes, asumimos el ingrato papel de tratar de cuadrar cuentas deportivas imposibles; también, el de sufridores pacientes, dentro del guion de una película real rodada en el pabellón de Ciudad Jardín, en los años 1991 y 1992. Entonces, inesperadamente, la lucha se tornó, no por conquistar un título, ni mucho menos, sino por tratar de eludir el descenso de categoría. Años más tarde, pudimos, por fin, saborear las mieles del triunfo, pero siempre me quedó la duda de cuál de los dos hitos debió ser, en el fondo, el más apreciado.
También los Bromley Boys llegaron al final de una temporada crucial jugándose la permanencia... ¿Lo conseguirían?... Sin duda, lo mejor es ver la película desde el principio. Afortunadamente, los guiones del deporte siempre están por escribir.]

Entradas más vistas del Blog