21 de agosto de 2019

La bendición como bien escaso e individual: la disyuntiva de Isaac

Como ya hemos comentado en repetidas ocasiones, la Biblia es una fuente incomparable de enseñanzas económicas. Aparcado el proyecto de abordar una aproximación integral a los textos sagrados desde una perspectiva económica, no por ello hay que renunciar a incursiones esporádicas con ese propósito, que tiene el efecto colateral del disfrute narrativo; o bien, en sentido inverso. Otros enfoques son asimismo planteables, pero, en algún momento u otro, es probable que haga acto de presencia el elemento económico.

Incluso en terrenos alejados de los recursos materiales. Con cierto grado de sorpresa, comprobamos cómo en la esfera de la espiritualidad o en la de los aspectos intangibles puede aparecer alguna restricción económica (en sentido amplio). Es lo que ocurre en el episodio del Génesis relativo a la bendición que Isaac, antes de morir, desea dar a su hijo mayor. En ese cautivador relato percibimos cómo, después del ardid urdido por Rebeca, Isaac, privado de la vista, otorga su bendición a Jacob, en lugar de Esaú.

Este último sigue los dictados de su padre para poder acceder a su bendición, pero se presenta después de que el engaño se hubiese materializado: “-Entonces ¿quién es el que me ha traído la caza? Yo la he comido antes de que tú llegaras, lo he bendecido y quedará bendito. Cuando Esaú oyó las palabras de su padre, lanzó un grito fuerte, amargado en extremo, y dijo a su padre: -Padre bendíceme a mí también. Pero él respondió: -Tu hermano ha venido con astucia y se ha llevado mi bendición… -¿Solo tienes una bendición, padre mío?...”.

Nos encontramos, pues, ante un buen ejemplo para ilustrar la categorización de los bienes y servicios. Dos son los criterios básicos: i) existencia de rivalidad o no rivalidad en el consumo (un mismo bien o servicio puede ser disfrutado por una sola persona o, por el contrario, simultáneamente por un conjunto de personas); ii) posibilidad de aplicar o no el principio de exclusión (si se puede evitar o no que alguien no dispuesto a pagar el precio acceda al disfrute del bien o servicio).

A resultas de la situación expuesta en el texto bíblico, podemos colegir que la bendición de Isaac presentaba estrictamente la característica de bien sujeto a la rivalidad en el consumo y, dado que el padre asignó, aunque movido por el engaño, los “derechos de propiedad” a Jacob, también el atributo de individual. Esaú estuvo dispuesto a pagar, y lo hizo, el “precio” estipulado, pero llegó tarde para formalizar la transacción. Y se encontró con que no había más bienes ofertables. El preciado bien de la bendición paterna era exclusivo, se había transferido y no podía ser repuesto.

El hecho de que la transacción fraudulenta por parte del adquirente quedara convalidada en la práctica es otro asunto y, desde luego, sugiere interesantes cuestiones desde otros prismas.

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