18 de mayo de 2019

Impuestos redistributivos y justicia aristotélica

En España y en otros países, son cada vez más frecuentes las propuestas de impuestos con fines claramente redistributivos. Suele utilizarse el término “redistribución” para hacer alusión al efecto que la aplicación de los impuestos genera en el reparto de la renta entre la población. Sin embargo, en sentido estricto, los impuestos por sí mismos no redistribuyen, al menos directamente. Es cierto que se genera un nuevo reparto de los ingresos, una vez que se detraen a los contribuyentes las cuotas que les correspondan, pero, en ese proceso, nadie recibe cantidad adicional alguna, salvo el Estado.

Si tomamos las acepciones del Diccionario de la Lengua Española, redistribuir consiste en “distribuir algo de nuevo” o “distribuir algo de forma diferente a como estaba”. Tras la aplicación de impuestos, formalmente, de lo único que podemos tener certeza es que ha habido un flujo de dinero desde los contribuyentes al Estado. Lo que haga el Estado con ese dinero recaudado es otro asunto. En función de cómo se reparta, los efectos distributivos de los impuestos podrán verse acentuados o, por el contrario, contrarrestados.

Es razonable esperar que las opiniones de los ciudadanos acerca de los dos tipos de medidas, impositivas y de gastos, difieran en función de la posición de cada uno respecto a las mismas. Así, aun cuando puedan ser actuaciones adecuadas desde un punto de vista social agregado, desde una óptica individual tiene realmente poco mérito defender la aplicación de impuestos que no recaigan sobre uno mismo, como la puesta en marcha de programas de gasto de los que se sea beneficiario directo. Sobre el papel, lo tendría mucho más reclamar cargas impositivas que recaigan sobre los proponentes, o reivindicar líneas de gasto ajenas a estos últimos.

Estas cuestiones, aun siendo sumamente elementales, nos llevan a la consideración de los fundamentos de las reglas democráticas y, especialmente, al juego de las mayorías y las minorías. En el fondo, se trata de uno de los problemas analizados por Aristóteles. En el Libro III de “Política” dejó escrito lo siguiente: “Se plantea un problema: ¿quién debe ejercer la soberanía en la ciudad? ¿Acaso la masa, o los ricos, o los ilustres, o el mejor de todos, o un tirano? Pues todas estas posibilidades parecen claramente presentar dificultades… todas esas soluciones son malas e injustas”.

Respecto a la que más se aproxima a algunas de las propuestas recientes en materia fiscal, señalaba que “Si los pobres por el hecho de ser más se reparten los bienes de los ricos, ¿no es eso injusto?... O de otro modo, si tomamos toda la población y los más se reparten los bienes de los menos, es evidente que destruyen la ciudad”. ¿Cómo habría que proceder, pues, para buscar algún equilibrio entre objetivos contrapuestos? ¿La solución planteada por Sloterdijk (eXtoikos, nº 17, 2015)? Tal vez esta podría prosperar en un mundo ideal, ¿pero cuál sería el camino a seguir en el mundo real?

Entradas más vistas del Blog