11 de noviembre de 2017

En memoria de Gregorio Sánchez, artista

Nunca podré olvidar su irrupción en la sala, el revuelo que originó entre un centenar de serios directivos bancarios, que, tras una larga jornada de sesiones, se disponían a concluir la cena institucional. Corría la primavera del año 1994, año en el que una conocida entidad financiera celebraba su convención de directivos en Chiclana de la Frontera. El responsable de su organización había optado para amenizar la velada por un personaje, según me comentó, bastante conocido en eventos festivos en el entorno del Barrio malagueño de la Victoria. Al parecer, era frecuente su participación como cantante de flamenco en celebraciones diversas. A esa competencia venía a añadir otra, como afición, la de humorista.

La actuación de Chiquito de la Calzada fue memorable. Su talento, su ingenio humorístico, su puesta en escena, sus inigualables dotes para la performance, deambulando por el salón con su peculiar estilo, tuvieron un impacto inenarrable. Personalmente, no podía dar crédito a cómo semejante portento del humor no hubiese arrasado en los programas de televisión y no fuese una estrella de proyección internacional. Me explicaron su trayectoria modesta y sufrida. Ya no era un niño, pero estaba convencido de que, con una mínima promoción, se elevaría, sin ningún tipo de imposturas, a las más altas cotas de popularidad. Cómo no había habido algún agente artístico que lo hubiese impulsado, me preguntaba, incrédulo.

Poco después, los hechos vinieron a demostrar que mis pronósticos, al menos por una vez, no eran completamente desacertados. 

En el año 1996, cuando se encaminaba al cénit de su fama, coincidí con él en un vuelo Málaga-Barcelona, en el que él iba acompañado de su esposa, y yo, de un conocido entrenador de baloncesto. Fuera del escenario, parecía otra persona, extremadamente seria y con un porte de gentleman. En el momento de las presentaciones, se limitó a decir: “Gregorio Sánchez, artista”.

A ese artista, a ese gran artista, irrepetible e inimitable, van dedicadas estas líneas de admiración, con el recuerdo de aquella grandiosa actuación de hace más de veinte años en la que nos deleitó con su destreza humorística arrolladora.

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