6 de julio de 2024

¿Las Universidades como freno al crecimiento económico?

 La potenciación de las instituciones universitarias es habitualmente considerada uno de los factores del extraordinario proceso de desarrollo económico experimentado por Estados Unidos a partir del siglo XIX. El énfasis de los ilustrados Padres Fundadores marcó un modelo económico que dio abundantes frutos. La instrucción de la población, en general, y la dotación de prestigiosos centros universitarios, en particular, han sido y son estimados como requisitos básicos del progreso económico y social.

Sin embargo, sorprendentemente, en un artículo de hace unos meses, la revista The Economist se hacía eco de una tesis desafiante, en la medida en que venía, no sólo a cuestionar la relación causal positiva del sistema universitario con el crecimiento económico, sino incluso a postular la existencia de una influencia negativa. El título del artículo, “Ivory sour: how universities contribute to slow economic growth” (10-2-2024), es ya bastante ilustrativo.

A diferencia de la experiencia de las décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado, en las que las economías desarrolladas registraron sustanciales incrementos de la productividad, la gran expansión posterior de la educación terciaria ha coincidido con una ralentización de la productividad.

Dicha observación proviene de un trabajo de Ashish Arora y coautores (“The Effect of Public Science on Corporate R&D”, NBER, WP 31899, noviembre 2023). En este este se argumenta que, en el período de la posguerra mencionado, las instituciones universitarias desempeñaban un modesto papel en la innovación, que recaía fundamentalmente en los laboratorios de las grandes corporaciones.

El tránsito de un modelo a otro ha tenido, según la referida investigación, un impacto neto negativo. Por un parte, se ha perdido la interacción de equipos multidisciplinares que se daba en los laboratorios corporativos. Por otra, se apunta que, “liberada de las demandas de los jerarcas corporativos, la investigación se centra más en satisfacer la curiosidad de los ‘bichos raros’ o en impulsar los cómputos de citas que en encontrar rupturas que cambien el mundo o hacer dinero”.

Hace años, en un concurso a una plaza de profesor universitario de métodos cuantitativos de Economía, a la que concurría un profesor full time y otro part time, que trabaja también en una multinacional, el filósofo Lucio Ségel, quien, al igual que yo, asistía como espectador, me planteaba si la condición de ese segundo profesor no debiera ser tenida en cuenta a la hora de ponderar su faceta investigadora. En aquel momento, no le di la razón, pero ahora le remitiré, para su conocimiento, las referencias indicadas.

 



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