Reconoce
Amartya Sen, en el prólogo de la reedición de la obra, que se trata de una “contribución,
breve pero enorme, a nuestros conocimientos y comprensión del mundo en que vivimos”.
Publicada originariamente en el año 1966, “La dimensión tácita” se publicó en
2023 por el Instituto Juan de Mariana. Afirma también Sen que su autor “buscaba
comunicar al gran público sus ideas de amplio alcance, y también tenía poca
paciencia para las quisquillosas discusiones de la filosofía profesional”.
Su
capacidad de comunicación es manifiesta cuando expresa su inclinación, desde el
campo de la química, al mundo de la filosofía: “La primera vez que me enfrenté
a cuestiones filosóficas fue al toparme con la ideología soviética que en la
época de Stalin negaba la justificación a la investigación científica… Cuando
le pregunté [en 1935, a Bujarin, uno de los principales teóricos del Partido
Comunista, ejecutado tres años después] sobre las indagaciones de la ciencia
pura en la Rusia soviética, me dijo que la ciencia pura era un síntoma mórbido
de una sociedad de clase…].
Otras
expresiones no resultan, sin embargo, tan claras, al menos en una primera lectura:
“Con esto presente [‘las mentes y los problemas son más reales que los adoquines’],
ahora podemos decir que el ejercicio hábil del hombre sobre su cuerpo es una
entidad real que otra persona puede conocer, y conocer sólo comprendiéndola, y
que la comprensión de esta entidad real tiene la misma estructura que en la
realidad es su objeto”.
El
autor en cuestión es Michael Polanyi, hermano de Karl Polanyi, cuya obra “La
gran transformación”, ha venido teniendo una enorme influencia en el pensamiento
económico y político en las últimas décadas, bastante después de su aparición
en 1944.
Michael
Polanyi declara que su motivación filosófica le llevó a “una idea novedosa del
conocimiento humano, de la que parece emerger una armoniosa visión del
pensamiento y la existencia enraizada en el universo”. Su reconsideración del conocimiento
humano parte del hecho de que “podemos saber más de lo que podemos contar”.
Lleva
a cabo un profundo análisis de la paradoja de Menón, señalada por Platón:
“buscar la solución de un problema es un absurdo, porque o bien se sabe lo que
se busca, y entonces no hay problema, o bien no se sabe lo que se busca, y
entonces no se puede esperar encontrar nada”. Según Polanyi, “El tipo de
conocimiento tácito que resuelve la paradoja de Menón consiste en la
insinuación de algo escondido que aún no podemos descubrir… Como no tenemos conocimiento
explícito de estas cosas desconocidas, tampoco puede haber una justificación explícita
de una verdad científica. Pero así como podemos conocer un problema, y sentirnos
seguros de que apunta a algo oculto detrás de él, también podemos ser
conscientes de las implicaciones ocultas de un descubrimiento científico, y
sentirnos seguros de que resultarán correctas”.
Ahora
bien, no resulta inmediato saber cómo se genera ese conocimiento tácito, y nos surge
la duda de si viene determinado por un conocimiento explícito previo. Polanyi pone
el acento en que todo “descubridor está imbuido de un imperioso sentido de
responsabilidad por la búsqueda de una verdad oculta, que exige sus servicios
para ser revelada”, si bien advierte de que “Como el propio descubrimiento, la
anticipación del descubrimiento puede resultar un engaño”.