Puede
resultar extraño que un ingeniero mecánico se distinga por su influencia en el
campo de la ingeniería social, pero el caso de Klaus Schwab deja bien claro que
esa posibilidad no es una mera entelequia. Así lo ha venido demostrando desde
que, en el año 1971, en “la montaña mágica” de Davos, fundó el Foro Económico
Mundial. Según se indica en la descripción de su misión en su página web
oficial, “In a world marked by complex challenges, the World Economic Forum
engages political, business, academic, civil society and other leaders of
society to shape global, regional and industry agendas (subrayado añadido).
Established in 1971 as a not-for-profit foundation, it is independent,
impartial and not tied to any special interests, upholding the highest
standards of governance and moral and intellectual integrity”.
Como
señala S. Jones (Financial Times, 22-5-2024), “Schwab ayudó a transformar el
WEF desde sus modestos inicios como el European Management Symposium -una conferencia
para que los empresarios europeos intercambiaran ideas respaldadas por la
Comisión Europea- en una conferencia a la que acuden los más altos ejecutivos,
banqueros y políticos”. Las compañías pagan unos derechos anuales de 658.000
dólares para formar parte del Foro. Allí mismo se informa de que Schwab ha sido
objeto de críticas por su salario, de más de 900.000 dólares, y por tejer una
fina línea entre la actividad del Foro como entidad no lucrativa y los negocios
privados ligados a su fundador y sus familiares.
A
los 86 años, deja paso en su puesto a Børge Brende, presidente del consejo
ejecutivo del WEF y exprimer ministro de asuntos exteriores de Noruega.