29 de junio de 2024

El porvenir económico de nuestros nietos

 

En junio de 1930, el gran economista británico John Maynard Keynes impartió en la Residencia de Estudiantes de Madrid una conferencia organizada por la Sociedad de Amistad Anglo-Española. Elevada a la categoría de mítica, Keynes expresó en ella algunas de sus sentencias más emblemáticas, como una en la que anhelaba que los economistas pudieran conseguir ser considerados “personas competentes, modestas y útiles” como los odontólogos.

La conferencia llevaba por título “Las posibilidades económicas de nuestros nietos”, y en ella se planteaba cuáles serían las condiciones de vida dentro de 100 años, horizonte temporal a punto de completarse. Se atrevió a vaticinar que “el nivel de vida en las naciones progresivas [sería] entre cuatro y ocho veces más alto que el de [1930]”. No obstante, apuntaba que el destino económico estaba regulado por cuatro condiciones: el poder para controlar la población, la capacidad para evitar las guerras y las desavenencias civiles, la confianza en la ciencia para la dirección de los asuntos propios de ésta, y la tasa de acumulación del capital (diferencia entre la producción y el consumo).

Es bastante sensato que los economistas, aunque no hayamos alcanzado aún el estatus reputacional de los odontólogos, nos preocupemos del bienestar de las generaciones venideras, con carácter general, y del futuro que espera a nuestros hijos y nietos, en particular. Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), se suma a esa tarea con fines orientadores.

Los técnicos del FMI contemplan dos escenarios para los próximos 100 años: uno de “baja ambición”, en el que el PIB global sería unas 3 veces más grande que el actual, y las condiciones de vida, el doble; otro, de “gran ambición”, en el que el PIB se multiplicaría por 13, y las condiciones de vida por 9. Esa marcada diferencia obedece a que el primer escenario se basa en la etapa de bajo crecimiento durante los 100 años anteriores a 1920, y el segundo, en las tasas registradas desde 1920.

Para lograr que se materialice el segundo, resulta necesario, según Georgieva, un compromiso continuado para que la economía se sustente en unos “fundamentales” sólidos: estabilidad de precios, niveles de deuda pública manejables, estabilidad financiera, apertura del comercio internacional, emprendimiento para impulsar el crecimiento y el empleo, mejora de la cooperación internacional, y crecimiento sostenible y equitativo. Además, la inversión debe orientarse hacia los destinos más necesarios y de mayor impacto (medio ambiente, nueva revolución industrial, y personas).

Keynes era bastante optimista respecto al futuro. Los datos económicos -globalmente considerados- parecen avalarlo: a pesar de que la población mundial se ha cuadruplicado en el último siglo, la renta global per cápita se ha multiplicado por 8. Pero quizás lo era en exceso, desafortunadamente. La ausencia de guerras sobresale en el apartado de sus hipótesis, como la desaparición del problema económico de la humanidad en el de sus pronósticos. Según su análisis, a estas alturas, cualquier persona podría dedicarse casi por entero al ocio; a lo sumo, habría que trabajar 3 horas al día, o 15 a la semana. Es posible que eso sea factible para algunos, pero sigue existiendo una gran desigualdad social en la vertiente de la dedicación, de la que se habla poco: la brecha del esfuerzo personal.

Al margen de la consideración de la evolución de las tasas de crecimiento económico, hay otras lecciones de la experiencia que habría que remarcar a las nuevas generaciones: i) la democracia no es una conquista que esté blindada como algo irreversible; ii) las libertades económicas y el imperio de la ley son factores esenciales para preservar un proceso de desarrollo económico; iii) el curso de la sociedad va a depender en gran medida de cuál de estas dos visiones del mundo prevalezca: la que se basa en la supremacía de las libertades individuales, o la que defiende la hegemonía de la ingeniería social. Encontrar una relación equilibrada, armónica y complementaria entre el Estado y el mercado será un condicionante clave del porvenir económico de nuestros nietos. El reloj ya se ha puesto en marcha, y el horizonte está mucho más cerca.

Por cierto, en aquella memorable conferencia de 1930, Keynes destacó que “Las décadas de la mayor gloria política, económica y artística de España -las tres cosas a menudo iban juntas- proporcionaron el impulso inicial para la formación del mundo moderno”. A la vista del éxito cosechado por los adagios keynesianos dentro de la cultura y el imaginario populares, cabría formular la hipótesis de si la leyenda negra hispana habría quedado debilitada, o incluso desactivada, de haberse difundido ese pensamiento, que, un tanto misteriosamente, desapareció del texto editado del discurso.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)



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