Un hombre rico acude a un
prestigioso médico privado, el cual le pide 50.000 libras para practicarle una
intervención quirúrgica. Horrorizado ante semejante suma, le plantea al médico
que cómo es posible que cobre tanto. El facultativo le responde que, al estar
sometido a un tipo de gravamen (marginal) del 98% en el IRPF, de esas 50.000
libras sólo le quedaría una cifra neta de 1.000. A renglón seguido, el paciente
le pregunta al médico si sabe cuánto tendría que ganar él para poder disponer
de 50.000 libras. Al estar sujeto al mismo tipo de gravamen, necesitaría
obtener 2,5 millones de libras, lo que le dejaría el neto necesario de 50.000.
Ambos, al darse cuenta del absurdo, acuerdan como compensación una caja de
whisky escocés premium, y así todas las cuentas quedarían saldadas.
Es el anterior un chiste
recogido en el libro “Los impuestos tienen consecuencias”, de Arthur Laffer,
Brian Domitrovic y Jeanne C. Sinquefield (LDS) (Deusto, 2024). Ciertamente, un
chiste que parece disparatado, pero refleja una situación real en la historia
fiscal británica, y, en el fondo, ilustra a la perfección el efecto que
introduce la aplicación de un impuesto en un mercado, ya sea de bienes o de
factores. Mientras que, cuando no se aplica ningún impuesto, los oferentes y
los demandantes afrontan un precio único, cuando hay un impuesto, se generan
precios distintos para los primeros (1.000 libras para el médico, en el chiste)
y para los segundos (2,5 millones de libras para el paciente).
Con independencia de la
necesidad de utilizar impuestos, una cosa está clara, la que se recoge en el
título mencionado: los impuestos tienen consecuencias. Dado que, en la
práctica, los impuestos neutrales sólo pueden aplicarse en casos muy limitados,
los impuestos, ordinariamente, alteran las decisiones de los agentes
económicos. Para los trabajadores, disminuyen el precio del ocio; para los
ahorradores, el del consumo; para los productores, incrementan los costes de
producción… Normalmente, una persona sujeta a un impuesto reacciona a fin de
tratar de mantener su posición económica inicial. Una norma pública puede
impedir, por ejemplo, que, formalmente, se incluya en el precio el importe de
un impuesto sobre la producción, pero eso no evita que acabe habiendo algún
ajuste en forma de menos inversión o empleo.
En el referido libro se lleva
a cabo un recorrido pormenorizado por la historia fiscal de Estados Unidos. En
él se sostiene la tesis de que, cuando los tipos del IRPF son muy elevados, las
personas con rentas altas se dedican prioritariamente a buscar alternativas
para reducir su carga fiscal, en lugar de centrarse en actividades productivas.
Mueven sus inversiones a fin de aprovechar las ventajas y las lagunas fiscales
existentes. Todo lo cual hace perder efectividad a los tipos de gravamen más
altos. A este respecto, ofrecen datos que demuestran que, cuando aumentan los
ingresos después de impuestos de los ricos, también lo hacen los ingresos
declarados por éstos. Lo contrario ocurre cuando disminuyen los ingresos netos
de impuestos.
Esto último tiene
consecuencias negativas para el resto de la población: al aportar los más ricos
menos recaudación, se hace preciso imponer mayores cargas fiscales sobre el
resto de los contribuyentes. En cambio, cuando los tipos impositivos máximos
han sido más bajos, los impuestos totales pagados por los no ricos cayeron
sustancialmente como proporción del PIB, en tanto que la aportación fiscal de
los ricos aumentó notoriamente.
En esta obra, el artífice de
la famosa curva que lleva su apellido y sus coautores no sólo apabullan al
lector con una amplia batería de datos y un despliegue de gráficos, sino que
lanzan lo que, sin ninguna duda, pueden calificarse como auténticas “bombas
académicas”. Así, pretenden desmontar lo que consideran como mitos muy
consolidados en la opinión pública. Según el trío LDS, la causa última de la
Gran Depresión fue realmente la subida de impuestos, mientras que la Segunda
Guerra Mundial no fue lo que puso fin a dicha crisis, sino la rebaja de
impuestos aprobada inmediatamente después de la contienda mundial. Y, para
rematar la faena, arguyen que el recorte de impuestos originado por la reforma
fiscal de Donald Trump “se financió por sí solo”.
Concluyen que la historia
pone de manifiesto que la curva de Laffer (la recaudación responde al aumento
de los tipos de gravamen en forma de “U” invertida) funciona, y que el tipo
óptimo del IRPF está más cerca del 20% que del 70%. En la edición española de
la obra se ha incorporado este subtítulo: “El análisis definitivo acerca del
efecto del impuesto sobre la renta en la economía”. Se trata de un calificativo
pretencioso, lo que no quita para reconocer que las tesis del libro se
sustentan en argumentos contrastables y en datos verificables. El subtítulo
podrá ser rebatido, pero difícilmente podrá serlo el título.
(Artículo publicado en el
diario “Sur”)