Normalmente, los siglos suelen
tener una duración de 100 años. Sin embargo, los historiadores hacen a veces
uso de licencias analíticas para expandir o contraer su duración, a la búsqueda
de un mejor ajuste a las tendencias históricas, o con vistas a la demarcación
de ciclos completos. Es lo que propone J. Bradford DeLong (Universidad de
California en Berkeley) respecto al siglo XX, al que convierte en el “largo”
siglo XX.
Este comenzó, en torno a 1870,
con una serie de acontecimientos que marcaron un hito, con el triple
surgimiento de la globalización, el laboratorio de investigación industrial y
la corporación moderna. La prolongada centuria llegaría a su ocaso hacia el año
2010, acotada por la Gran Recesión, heredera de la gran crisis financiera
internacional desatada unos años antes. Un período, en suma, de 140 años, que
el historiador económico estadounidense califica como los más prósperos en la
historia de la humanidad. El ingreso per cápita promedio mundial era, en 2010,
casi 9 veces el de 1870. De hecho, resalta que el componente económico ha sido
el pilar conductor de toda la historia moderna.
Según DeLong, la fuente de la
que fluye todo lo acontecido en la época moderna ha sido la multiplicación de
la riqueza material, que vino a superar todos los registros anteriores. La
innovación y la invención jugaron un papel determinante en las economías más
avanzadas. A su vez, la contraposición de dos destacados pensadores generaría
una tensión permanente entre sus modelos económicos y sociales: por una parte, Friedrich
Hayek, adalid de la libertad de mercado como eje del sistema económico; por
otra, Karl Polanyi, baluarte de la defensa de derechos individuales mucho más
allá del reducto de los derechos de propiedad inherentes a la economía de
mercado. La conjunción de ambos enfoques, dentro de un “matrimonio forzado”
bendecido por John M. Keynes, quien sentó las bases para la intervención del
sector público con fines de estabilización económica, daría lugar a un crucial
punto de encuentro.
En la obra comentada (“Camino
a la utopía: una historia económica del siglo XX”), DeLong traza una
ilustrativa narración de la evolución de ese largo período, sujeto a grandes
cambios económicos, marcado por conflictos bélicos mundiales, así como por el
yugo de las más deleznables y sanguinarias dictaduras. Asistimos así, en una
primera fase, entre otros muchos episodios, al derrumbe de imperios, al azote
de la inflación y del desempleo, y al auge de ideologías de corte totalitario.
Ferviente defensor de la socialdemocracia, sostiene que “los guardias de
Auschwitz y demás campos de concentración eran muy parecidos a los guardias del
archipiélago gulag”.
Respecto a la Guerra Fría,
considera que no bloqueó ni obstaculizó el avance del progreso humano hacia la
prosperidad, sino que, más bien, pudo haber ayudado a facilitarlo. Esto no
impidió que la economía mundial se adentrara en una senda de profunda
divergencia entre “el Norte” y “el Sur”. En el ámbito del primero, la
combinación Hayek-Keynes-Polanyi, asumida por gobiernos socialdemócratas,
propició un nuevo salto adelanto tras la posguerra, que se prolongó hasta
mediados de los años setenta. Con la crisis energética apareció una situación
de paro e inflación ante la que las políticas keynesianas quedaron
desarboladas. La promesa socialdemócrata de lograr un nivel de prosperidad cada
vez mayor dejó de cumplirse, y se abrió paso un giro de corte neoliberal, que
logró afianzarse hasta el término de la primera década del siglo XXI
propiamente dicho.
En fin, la historia del
“largo” siglo XX es presentada por DeLong como un relato que comprende cuatro
grandes desarrollos: i) un crecimiento económico impulsado por la tecnología;
ii) una tendencia a una globalización creciente; iii) el ejercicio de un papel
hegemónico por parte de Estados Unidos; y iv) una mayor confianza en que la
humanidad podría progresar a medida que los gobiernos fueran resolviendo los
problemas económicos.
DeLong manifiesta su
desconocimiento de cómo será la narrativa que explique lo que está por venir,
si bien está convencido de que ha comenzado una nueva historia. La del “largo”
siglo XX recogida en su obra ofrece importantes lecciones que podrían evitar
reincidir en errores que han tenido en el pasado costes inconmensurables. Su
mero recuerdo hace que simplemente mencionar la palabra utopía pueda causar
auténtico estupor.
(Artículo publicado en el
diario “Sur”)