Los gastos en defensa han
protagonizado tradicionalmente la exposición del ineludible dilema económico
que surge ante una elección entre bienes sujeta a la existencia de unos
recursos limitados: ¿cañones o mantequilla? Desde una óptica simplista, el
ejemplo es apropiado para ilustrar la noción básica de coste en sentido
económico, la asociada al omnipresente coste de oportunidad. Sin embargo, la
cuestión presenta más aristas, y no puede despacharse a la ligera. Para algunos
analistas, ese archiconocido dilema constituye una falacia. Por otro lado,
tampoco puede resolverse de manera inequívoca la posible asociación existente
entre los gastos en defensa y el crecimiento económico[1].
El gran escritor Stefan Zweig,
en cambio, sí tenía una idea bastante clara al respecto. Así, en el año 1919 escribía
lo siguiente, algo que “puede entender un niño de siete años si le se explica,
a saber: que nuestra Europa no podrá seguir manteniéndose económicamente como
la unión fraterna, puesto que empleamos y pagamos sin provecho alguno a veinte
millones de hombres como funcionarios y soldados para alimentar nuestra mutua desconfianza,
mientras que en América esos veinte millones de hombres, lejos de gravar al
Estado, llevan a cabo un trabajo productivo y unos valores, y frente a esa
superioridad todos nuestros Estados acabarán hundiéndose”[2].
[2]
“La tragedia de la falta de memoria”, en S. Zweig, “El legado de Europa”, Acantilado,
2023 (reimpresión), pág. 287.