Una
de las conclusiones de la reciente cumbre de la OTAN celebrada en Madrid ha sido la
necesidad de incrementar el gasto en defensa nacional. El dilema entre cañones
y mantequilla, al que se refería Samuelson en su exitoso manual –“la famosa
dualidad hitleriana formada por cañones y mantequilla”- vuelve a estar de
actualidad. Y con ello se renueva el
interés por analizar los efectos del gasto militar en la economía, como se
recoge en un artículo de The Economist publicado hace varios meses (“Guns and
butter”, 16-4-2022).
La
creencia general es que un gasto adicional en defensa es perjudicial para el
crecimiento y el desarrollo. La noción de coste de oportunidad -las actuaciones
(educación, infraestructuras, sanidad…) a las que hay que renunciar al tener
que asumir los mayores compromisos ligados a la defensa- vendría a dictar su
ley implacable. En particular, si los gastos militares implican el sacrificio
de programas que mejoran la productividad, el ritmo de crecimiento económico se
verá afectado negativamente.
Así
se pone de manifiesto en un estudio publicado por la RAND Corporation: “How
does defense spending affect economic growth”, de B. Rooney, G. Johnson, y M.
Priebe, 2021. En dicho estudio se afirma lo siguiente: “Prioritizing defense
spending over infrastructure investment, a long-standing domestic concern,
might undermine economic growth and, therefore, resources available for defense
in the long run”.
No
obstante, recuerda The Economist que “un elemento fundacional para cualquier economía
exitosa es la paz y la estabilidad, dando a las empresas la confianza para invertir
y a los ciudadanos el espacio para florecer. Los libros de texto pueden hablar
de armas o mantequilla. Pero en un mundo inestable por poderes revanchistas, la
verdad es que hacen falta armas y mantequilla. Una fuerte defensa es, lamentablemente,
una necesidad para una fuerte economía”.