Se afirma solemnemente desde
Davos que es necesario incluir en los diccionarios una nueva palabra, “policrisis”,
como expresión identificadora de situaciones, como la actual, en la que
diversas perturbaciones negativas se retroalimentan y refuerzan entre sí para
generar un daño conjunto superior a la suma de los que cada una, aisladamente,
es capaz de producir.
Unos meses antes de la cumbre
en la localidad suiza, el historiador Adam Tooze desbrozaba el concepto, anteriormente
utilizado por Jean-Claude Juncker, en su etapa como presidente de la Comisión
Europea, y, mucho antes, por Edgar Morin.
Con el respaldo del Foro
Económico Mundial, la noción de policrisis adquiere carta de naturaleza, y
sirve para alertar a la sociedad de que, a partir de ahora, tiene que estar
preparada para pasar a una actitud de “poli-resiliencia”.
No es preciso devanarse los
sesos para identificar un extenso repertorio de circunstancias adversas, que
amplifican su potencia destructiva en un marco de globalización. Es cierto,
pero, si miramos hacia atrás, a pesar del argumento de Tooze de que, en los
años setenta del pasado siglo, los grandes problemas eran monofocales, es difícil
no encontrar una considerable gama de acontecimientos adversos que incidían de
forma simultánea. Por ejemplo, ¿fue la “crisis del petróleo” de hace cincuenta
años realmente una crisis monolítica y excluyente?
Dicho lo anterior, en el
hipotético caso de que pudiera elegirse, ¿qué sería preferible, vivir una situación
de policrisis, o afrontar una sucesión de crisis dominantes? Las policrisis son
muy difíciles de sobrellevar, pero también puede serlo afrontar un repertorio
de eventos lacerantes concatenados a lo largo del tiempo. El recuerdo de la
decena de terribles plagas sufridas por los egipcios (como consecuencia de la
tozudez faraónica) es bastante aleccionador.
Ciertamente, ese tipo de
elecciones no deja de ser una mera ficción. En la práctica, a lo largo de las últimas
décadas, o quizás siempre, el mundo ha estado inmerso en una cadena de
policrisis sin solución de continuidad.