21 de enero de 2023

¿Escritor vs escribidor?

 

Hay algunos vocablos que, al leerlos o al oírlos, nos dejan sumidos, si no en un mar de dudas, sí que atrapados en alguna que otra laguna. El de escribidor es uno de esos vocablos. La consulta al Diccionario de la Lengua Española no resulta extremadamente clarificadora, a tenor de las tres acepciones expuestas [“Escritor prolífico”; “escritor” (irónicamente); “mal escritor” (coloquial desusado)].

La opinión autorizada de un escritor de la talla de Mario Vargas Llosa, que precisamente lo utiliza en el título de una de sus obras (“La tía Julia y el escribidor”), es bastante ilustrativa: “La mayoría de las veces he usado la palabra ‘escribidor’ como sinónimo de escritor y no de manera irónica ni peyorativa. Pero algunas veces sí, como en el caso de Pedro Camacho, el autor de radionovelas”[1].

En el ensayo “Del folletín al arte serio”[2], el escritor peruano efectúa una distinción entre “un escritor serio” y “un buen escribidor de culebrones”. El primero “es aquel que puede distorsionar la realidad a partir de una obsesión o creencia personal y presentar esa distorsión de una manera tan convincente que el lector la percibe como una descripción objetiva del mundo real”. A su vez, el segundo “también distorsiona la realidad, pero no a partir de una obsesión o visión personal, sino de los estereotipos establecidos socialmente”.

Tal vez haya palabras que, pese a las tendencias oficialmente constatadas, no puedan desprenderse de una cierta connotación de ambigüedad. ¿Cómo debería sentirse un supuesto escritor si el autor de “Travesuras de la niña mala” se dirige a él y le dice que lo considera un “buen escribidor”?

 




[1] Vid. José Lázaro, “Introducción”, a Mario Vargas Llosa, “La realidad de un escritor”. Triacastela, Madrid, 2020, pág. 15.

[2] Recogido en “La realidad de un escritor”, op. cit.

Entradas más vistas del Blog