15 de diciembre de 2022

El cálculo del coste de uso del capital: un ejemplo

 

El coste de uso del capital de una sociedad viene a representar la tasa de rendimiento que tiene que alcanzarse para que merezca la pena invertir en dicha sociedad. Si un inversor tiene la posibilidad de invertir en un activo financiero con un rendimiento anual de r, y a un plazo de n años, al término del cual recupere el capital invertido (I), el coste del capital (C) indica qué tasa de rendimiento es preciso que obtenga la empresa para que le resulte indiferente invertir en ésta o en el activo financiero.

Consideremos un ejemplo[1]. El de un inversor que puede invertir (€100.000) en un activo financiero de renta fija, con un cupón anual del 5%, y vencimiento a los 10 años. Alternativamente, tiene la opción de invertir en una sociedad que adquiriría un activo material por el mismo importe, y con una vida útil de 10 años, al término de los cuales el activo, que se deprecia a una tasa anual (d) constante del 10%, tendría un valor nulo.

En caso de que no haya impuestos, para invertir en la sociedad, parece lógico que el inversor exigiera una rentabilidad mínima igual al 15% anual (C), obtenida a partir del rendimiento anual que no obtendría al no invertir en el activo financiero (r), y de la depreciación anual del activo (d)[2]. Hay que tener en cuenta que, si invierte, en el activo financiero, al vencimiento recupera el capital invertido, mientras que, si invierte en la sociedad, al final, no recupera ningún valor.

Veamos qué consecuencias tiene la aplicación de impuestos sobre la renta, tanto en el ámbito individual (IRPF) como en el societario (IS). Supongamos que existe un IRPF con un tipo de gravamen único del 40%, y un impuesto sobre sociedades con un tipo del 25%. Adicionalmente, se supone que se aplica el método clásico (independencia total entre ambos impuestos), y que todo el beneficio después de impuesto que se genera en la sociedad como consecuencia del proyecto de inversión se reparte como dividendo.

En tales condiciones, la inversión en el activo financiero generará un rendimiento anual neto de €3.000 (5.000 – 40% x 5.000), lo que equivale a un 3%. De esta forma, la tasa de rendimiento anual de referencia para la inversión societaria pasa a ser del 13%.

Para alcanzar esa tasa de rendimiento con la inversión empresarial haría falta obtener una tasa bruta C, de tal manera que, después del IS, y, posteriormente, del IRPF sobre el dividendo, diera lugar a una cifra del 13%. Si la depreciación del activo no fuese deducible en el IS, determinaríamos C así: C = 0,13/[(1 – 0,25) x (1 – 0,4)] = 0,13/(0,75 x 0,6) = 0,13/0,45 = 0,289 = 28,9%. Así, los €100.000 generarían un rendimiento bruto de €28.900, que, después del IS (25% x 28.900 = 7.225), se convertirían en €21.675. Sobre este importe se tributaría un 40% en el IRPF, lo que, finalmente, arrojaría una cifra neta de €13.000.

No obstante, habitualmente, la depreciación de los activos suele admitirse como gasto deducible en el IS, según distintas modalidades de amortización. Como cualquier gasto deducible, origina un ahorro fiscal, que equivale a una minoración del coste efectivo de la inversión. Si el activo se amortiza linealmente en los 10 años, a razón de un 10% anual, cada año se produce un ahorro fiscal de €2.500 (25% x 10.000). El valor actual en el año 0 de este ahorro a lo largo de 10 años, tomando una tasa de descuento del 5% anual, asciende a €19.304.

Es decir, el coste efectivo de la inversión disminuye en un 19,3%, con lo que se sitúa en €80.696. Dado que lo que realmente se invierte es menor, hará falta una menor rentabilidad bruta para llegar a una cifra neta del 13%. Así, C = [0,13 x (1 – 0,193)]/0,45 = 0,1049/0,45 = 0,233 = 23,3%.

Un rendimiento del 23,3% daría lugar a €23.300, que, después del IS (25% x 23.300 = 5.825)[3], se sitúa en €17.475. A su vez, después del IRPF, llevaría a €10.485, lo que representa un 13% del referido coste efectivo de la inversión.

El anterior planteamiento nos da una orientación de magnitudes. No obstante, procedería analizar las dos alternativas de inversión en términos de tasa interna de rentabilidad a partir del cómputo de los flujos de caja asociados a cada caso. Dicho ejercicio se abordará en una nota posterior. Lo que sí se desprende con claridad es que el hecho de llevar a cabo una inversión dentro de un vehículo sujeto a tributación independiente eleva la tasa de rentabilidad requerida, especialmente cuando la recuperación del capital se produce por la vía de los rendimientos obtenidos.



[1] El desarrollo que sigue está sujeto a revisión.

[2] C = r + d = 5% + 10% = 15%.

[3] Debe tenerse presente que el efecto del ahorro fiscal por la deducción de las amortizaciones, para el conjunto del período, se ha tenido en cuenta al calcular C.


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