La noción de estrategia ha
adquirido una presencia casi universal. Es raro que, en el marco de una
organización, ya sea pública o privada, lucrativa o benéfica, asociativa o
corporativa, e incluso en la esfera individual, no nos encontremos con ese
vocablo en las más variadas situaciones. En la práctica viene a ser un concepto
muy elástico que se utiliza de manera indiscriminada.
Sin embargo, antes de hablar de
estrategia y, sobre todo, de elaborar una supuesta estrategia o de aplicarla,
resulta conveniente reflexionar acerca de lo que verdaderamente significa.
Richard Rumelt, que ha sido definido como un “estratega de la estrategia”, nos
proporciona algunas valiosas consideraciones: “A pesar del clamor de voces que
equiparan la estrategia con la ambición, el liderazgo, la ‘visión’, la
planificación, o la lógica económica de la competencia, la estrategia no es
ninguna de estas cosas. El núcleo de un trabajo de estrategia es siempre el
mismo: descubrir los factores críticos en una situación y diseñar una forma de
coordinar y focalizar acciones para abordar tales factores”.
Y subraya que “una buena
estrategia casi siempre parece algo simple y obvio, y no precisa de un grueso
mazo de diapositivas de PowerPoint para explicarla”.