En España todavía subsisten algunos
montes de piedad. Fueron en su día, hace unos dos siglos, una avanzadilla
contra la exclusión financiera y también embriones de las cajas de ahorros, que
nacieron para combatir la usura. Existe hoy día una mayoritaria corriente de
opinión que desecha la histórica denominación de aquellas entidades por
considerarla inadecuada para los tiempos modernos. La etiqueta de monte de
piedad se entiende desfasada en una época en la que adquieren un creciente
protagonismo las bigtechs, las fintechs, las criptomonedas,
las DeFi, los non-fungible tokens y otras formas de oferta de
servicios financieros. Estas rivalizan en número y sofisticación con las
múltiples innovaciones en fraudes, estafas y engaños cibernéticos.
Ya desde mediados del siglo XX se
extendió la denominación de establecimientos de crédito prendario, que venía a
describir de forma aséptica el campo de actuación crediticia, pero a costa de
la pérdida de la primigenia connotación emocional y simbólica. No puede decirse
que esa expresión de matiz técnico lograra una gran aceptación en el lenguaje
popular, en el que seguía persistiendo la más tradicional.
Más adelante, cuando llegó el
delicado y doloroso momento de la reconversión de las cajas, a partir del
ejercicio indirecto de la actividad financiera, algunas de las entidades
optaron por situar el monte dentro del ámbito del banco de nueva creación, como
una línea crediticia más, en tanto que otras decidieron mantenerlo dentro del
recinto de la caja de ahorros, años más tarde transformada en fundación.
En el año 1472 nació en Italia un
monte de piedad singular, que luego daría lugar al que, todavía, sigue siendo
el banco más antiguo del mundo. Tan prodigiosa longevidad, de 550 años, no le
ha servido de escudo suficiente para protegerse ante inclemencias financieras
de distinto tipo en un siglo veintiuno marcado, en sus primeras décadas, por
agudas crisis. Tras una serie de ajustes y operaciones, Monte dei Paschi di
Siena (MPS) no se ha recompuesto totalmente aún en su andadura, de perfiles
inciertos. Uno asiste atónito y apesadumbrado a la marcha penitente de ese buque
insignia de las finanzas, que ahora acude a una nueva ampliación de capital con
asistencia estatal. El nuevo ministro de finanzas de Italia, Giancarlo
Giorgetti, ha señalado que es intención del gobierno desprenderse de su
posición accionarial en el ancestral banco, y también ha declarado que está
convencido de que MPS acabará como un banco potente[1].
Ojalá se cumpla ese vaticinio. El
simple nombre de MPS evoca la historia del sistema bancario, que, hace cinco
siglos y medio, comenzó con un monte de piedad en Siena, “al fine di concedere il
prestito alle ‘povare o miserabili o bisognose persone’ con un mínimo tasso d’interesse”.
[1] Vid. S. Sciorilli Borrelli, “Monte
dei Paschi di Siena cash call 93% covered but shareholders shy away”, Financial
Times, 3-11-2022.