13 de noviembre de 2022

Educación y pensamiento creativo

Si la OCDE es la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, una organización internacional cuya misión es “diseñar mejores políticas para una vida mejor”, no es de extrañar que la educación constituya una de sus líneas prioritarias y más relevantes de actuación. Desde hace años viene abanderando iniciativas para la mejora del sistema educativo y fomentando la generación de los métodos más avanzados para impulsar la calidad, la eficacia y la innovación en este campo estratégico.

En un informe de hace varios años afirmaba que, ante el proceso de digitalización de la sociedad, donde la inteligencia artificial o la robótica previsiblemente llevarán a una automatización en una parte sustancial de la economía, las habilidades que son menos fáciles de automatizar, como la creatividad y el pensamiento crítico, resultan más valoradas.

Según un estudio realizado entre graduados universitarios de una amplia muestra de países, los atributos que más diferencian a los “innovadores” de los “no innovadores” son la creatividad (capacidad de generar nuevas ideas y soluciones) y el pensamiento crítico (disposición a cuestionar ideas). Aparte del argumento económico, ambos contribuyen al bienestar de las personas y a unas sociedades más democráticas.

Recientemente, la OCDE ha lanzado un proyecto para la evaluación del pensamiento creativo en el marco del PISA, programa centrado en los estudiantes de 15 años (“Thinking outside the box. The PISA 2022 creative thinking assessment”, 2022). En opinión de Andreas Schleicher, responsable del área educativa de la OCDE, “en un mundo en el que las clases de cosas que son fáciles de enseñar y examinar han sido fáciles de digitalizar y automatizar, la capacidad de los individuos para imaginar, crear, y construir cosas de valor intrínseco positivo está siendo cada vez importante”. Asimismo, considera que “demasiado de lo que ocurre en las aulas de hoy está orientado hacia tener estudiantes que reproduzcan lo que han aprendido, en vez de extrapolar a partir de ello y aplicar su conocimiento creativamente a situaciones nuevas”.

A pesar de las arraigadas creencias en sentido contrario, la OCDE sostiene que cualquier persona tiene potencial para pensar creativamente. El pensamiento creativo es algo más que sugerir ideas inesperadas: se trata de una competencia tangible asentada en el conocimiento y en la práctica que apoya a los individuos (y grupos) para alcanzar mejores resultados, especialmente en entornos restringidos o desafiantes. Son varias las razones que avalan que los jóvenes desarrollen un pensamiento creativo en la escuela: i) ayuda a prepararlos para adaptarse a un mundo rápidamente cambiante que demanda trabajadores flexibles; ii) asiste a los estudiantes para descubrir y desarrollar su potencial; iii) refuerza el aprendizaje ayudándolos a interpretar experiencias e información en formas novedosas y personalmente significativas; iv) es importante en una gama de materias, desde las lenguas y el arte a las disciplinas (más) científicas (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas).

Se entiende por creatividad “la interacción entre aptitud, proceso y entorno, por la cual un individuo o grupo obtiene un producto perceptible que es tanto novedoso como útil dentro de un contexto social”. Cabe, no obstante, establecer una distinción entre la creatividad “con c grande” y la creatividad “con c pequeña”. La primera se refiere a rupturas intelectuales o tecnológicas, o a obras maestras artísticas o literarias”; la segunda, a acciones a escala menor, en el entorno cotidiano o laboral.

Aun cuando hasta hace no mucho se consideraba que la capacidad de pensamiento creativo de una persona era trasvasable de un campo temático a otro, hoy día se considera, por el contrario, que no se da fácilmente una transferibilidad entre distintos dominios.

Como apunta la OCDE, las escuelas pueden proporcionar el conocimiento, las habilidades y las actitudes que los estudiantes necesitan con vistas a forjar un pensamiento creativo. Las evaluaciones del PISA comenzarán a poner a prueba esa importante faceta entre los adolescentes, pero el pensamiento crítico y el pensamiento creativo deben ser componentes imprescindibles de toda acción formativa, de cualquier especialidad, y sea cual sea la edad del estudiante. Ante una necesidad fehaciente de tener una formación a lo largo de toda la vida, no hay nada que impida tratar de ser un pensador crítico y un pensador creativo también de por vida.

(Artículo publicado en el diario “Sur)




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