Las propuestas de medidas
tributarias han tenido mucha importancia en el curso reciente de la política en
el Reino Unido. Teniendo en cuenta la fecunda trayectoria de ese país en la
conformación de la doctrina impositiva, la trascendencia de las cuestiones
fiscales en el debate político y social, y la larga tradición de informes en
materia de reforma fiscal, realmente, con semejante currículo, poco cabría
esperar que pudiera añadirse como novedad. Basta con mencionar los ilustres
apellidos de Pigou, Ramsey y Mirrlees para despejar cualquier duda al respecto.
Sin embargo, toda esa riqueza
doctrinal no ha impedido que se registraran, a lo largo del tiempo, profundas
controversias respecto a la plasmación de los esquemas tributarios en la
realidad económica. Las propuestas de medidas fiscales no suelen resultar
inocuas para quienes las propugnan. Quienes lo hacen no siempre son conscientes
del alto riesgo que pueden afrontar. El espejismo del Mini Budget otoñal
ha tenido efectos demoledores, y ha desatado una política impositiva totalmente
contrapuesta. Ahora, desde el Tesoro se afirma que los nuevos responsables,
aparte de estar de acuerdo en que “todo el mundo tendrá que contribuir más en
los próximos años”, también comparten “the principle that those with the
broadest shoulders should be asked to bear the greatest burden”[1].
El “nuevo” principio impositivo,
al margen de posibles connotaciones bíblicas, destila el sabor del
archiconocido principio del sacrificio igual postulado en su día por J. S. Mill.
Seguramente su progenitor tenía en su mente la intención de su postulado, pero
eso no ha impedido que, en la práctica, ese mandamiento esté sujeto a diversas
interpretaciones con posibles resultados divergentes para la distribución de la
carga tributaria.
[1] Vid. G. Parker, M. MacDougall y D.
Thomas, “UK chancellor Hunt considers tax hit on dividends”, Financial Times,
3-11-2022.