El varapalo recibido por los
artífices del pretendido mini Budget planteado por el gobierno de Liz
Truss en el Reino Unido alcanza proporciones espectaculares. El castigo de los
mercados, esos entes abstractos, de los que unas veces se dice que no deben condicionar
las actuaciones económicas gubernamentales, y otras que han de ser una
referencia primordial, ha sido implacable. La fe profesada por la Primera
Ministra británica y su Exchequer, Kwasi Kwarteng, en los postulados de
la Economía de la oferta se ha topado con una dura e inexpugnable realidad
antes de echar a andar en sus responsabilidades de gobierno. La suma y la
magnitud de las descalificaciones manifestadas desde las más variadas
instancias no encuentran fácilmente parangón en el panorama internacional.
En particular, la medida más
cuestionada ha sido la pretensión de suprimir el tipo de gravamen máximo
vigente en el IRPF, situado actualmente en el 45%, lo que habría llevado a
afrontar un tipo menor, del 40%, realmente exiguo si lo comparamos con los
tipos cercanos al 100% que en algún momento prevalecieron en el exEstado
miembro de la Unión Europea.
A algún observador de los
acontecimientos recientes podría llamarle la atención cómo los mercados se han
posicionado al unísono para reventar un plan basado en significativas reducciones
fiscales, a partir de un convencimiento del fracaso esperado de esa estrategia
para propiciar, en la coyuntura actual, un proceso de crecimiento. También, el
hecho de que algunas de las críticas más contundentes provengan de
representantes de posiciones tenidas por liberales al uso europeo, supuestamente
afines a la minoración de las cargas tributarias.
En este contexto, resulta también
significativo que la oposición de las medidas propuestas radica en gran parte
en el temor al incremento de la deuda pública. Tanto es así que tales medidas
se han caracterizado como “debt-funded tax cuts”. Sin embargo, ese temor
parece no existir ante otros planteamientos que se fundamentan justamente en el
recurso a la deuda sin límite, defendido incluso por algunos de los que ahora
cuestionan la pretensión trussiana.
Se dan, en definitiva, una serie
de circunstancias que convierten el frustrado mini Budget en un tema de máximo
interés para el análisis utilizando el enfoque de la Economía Política.