Desde el año 2015, el primer lunes del mes de
octubre viene celebrándose el Día de la Educación Financiera. Dicha celebración
ofrece una buena oportunidad para reflexionar periódicamente sobre el estado de
la cuestión en este ámbito, pero la necesidad del contacto con la educación
financiera va más allá de la duración de una jornada y de todo un curso
académico. Los aspectos financieros inciden en la vida de los ciudadanos, no ya
cada uno de los días del año, sino que los acompañan a lo largo de toda la
vida. El bienestar presente y el futuro se ven condicionados por las decisiones
que hoy se adopten.
Las iniciativas públicas y privadas en pro de la
cultura financiera surgieron hace ya tiempo, y se intensificaron a raíz de la
gran crisis financiera internacional iniciada en 2007-2008. La constatación de
un insuficiente nivel de conocimientos financieros de la población en todo el
mundo fue un importante factor que sirvió de detonante. Años después, tras una
profusión de programas formativos de todo tipo, no deja de ser un tanto
frustrante comprobar que dichos conocimientos, según destacan organismos
internacionales como la OCDE, no hayan mejorado apreciablemente.
Analizar las razones de ello se convierte en una
tarea prioritaria antes de seguir con el despliegue de programas. Una serie de
interrogantes son especialmente relevantes: ¿qué contenidos deben impartirse?,
¿cuándo?, ¿dónde?, ¿cómo?, ¿por quién?, ¿hay un aprovechamiento efectivo,
determinado mediante una evaluación objetiva, de las acciones formativas? Asimismo,
sin una adecuada valoración de tales programas se corre el riesgo de caer en un
mero nominalismo, sin lograr avances reales en las competencias financieras.
La tarea -es preciso reconocerlo- no es nada fácil.
Basta con repasar el extenso elenco de requerimientos recogidos en el marco de
competencias financieras para adultos de la Unión Europea, que ascienden nada
menos que a 564, para tomar conciencia del alcance establecido para las
acciones formativas.
Al margen de lo señalado, hay un factor que viene a
añadir dificultad para la consecución de los objetivos pedagógicos. Si el campo
de la cultura financiera es, per se, heterogéneo y de orientación
transversal, está también sujeto a un proceso de continua expansión, lo que da
lugar a que nos enfrentemos, pedagógicamente hablando, a un verdadero “blanco
móvil”. La lista de nuevos temas no deja de ampliarse. Así, en los últimos años
han hecho acto de aparición paradigmas, tendencias, canales e instrumentos que
no pueden pasar desapercibidos en el diseño de un programa de educación
financiera: digitalización, inteligencia artificial, big data, ciberriesgos,
criptomonedas, monedas digitales de los bancos centrales, metaverso, tokens,
criterios ASG, nuevos vehículos para inversiones, operaciones de recompra de
acciones, etc.
Ante el panorama planteado, en que se confirma el
papel de las competencias financieras como elementos básicos para la vida en el
siglo XXI, subsiste el reto de conseguir que cualquier ciudadano esté en
condiciones de manejar los aspectos esenciales para la toma decisiones
financieras, al que se añade el de procurar que, dentro de ese marco
estructural o de referencia, pueden tener cabida los cambios que van
produciéndose.
A fin de potenciar su eficacia, el desarrollo de
las actuaciones en materia de educación financiera debería sustentarse en un
enfoque basado en tres pilares: impartición en la etapa escolar, realización de
acciones formativas recurrentes de mantenimiento, y participación en otras
iniciativas ad hoc con ocasión de decisiones financieras trascendentales
a lo largo del ciclo vital.
Y ello sin que debamos perder de vista una cuestión
clave: antes de abordar las implicaciones financieras, resulta crucial conocer
y valorar las consecuencias de las decisiones económicas subyacentes: alquiler
o compra de la vivienda habitual, arrendamiento o adquisición de un bien de
equipo o de un bien de consumo duradero, ahorro o consumo… Lo estrictamente
económico precede a lo financiero. En cualquier caso, el ámbito de la educación
financiera, a tenor de su carácter fronterizo, se muestra dispuesto a acoger
perspectivas correspondientes a distintos campos del conocimiento.
(Artículo publicado en el diario “Sur”)