3 de octubre de 2022

Educación financiera: viejos y nuevos retos

 

Desde el año 2015, el primer lunes del mes de octubre viene celebrándose el Día de la Educación Financiera. Dicha celebración ofrece una buena oportunidad para reflexionar periódicamente sobre el estado de la cuestión en este ámbito, pero la necesidad del contacto con la educación financiera va más allá de la duración de una jornada y de todo un curso académico. Los aspectos financieros inciden en la vida de los ciudadanos, no ya cada uno de los días del año, sino que los acompañan a lo largo de toda la vida. El bienestar presente y el futuro se ven condicionados por las decisiones que hoy se adopten.

Las iniciativas públicas y privadas en pro de la cultura financiera surgieron hace ya tiempo, y se intensificaron a raíz de la gran crisis financiera internacional iniciada en 2007-2008. La constatación de un insuficiente nivel de conocimientos financieros de la población en todo el mundo fue un importante factor que sirvió de detonante. Años después, tras una profusión de programas formativos de todo tipo, no deja de ser un tanto frustrante comprobar que dichos conocimientos, según destacan organismos internacionales como la OCDE, no hayan mejorado apreciablemente.

Analizar las razones de ello se convierte en una tarea prioritaria antes de seguir con el despliegue de programas. Una serie de interrogantes son especialmente relevantes: ¿qué contenidos deben impartirse?, ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿cómo?, ¿por quién?, ¿hay un aprovechamiento efectivo, determinado mediante una evaluación objetiva, de las acciones formativas? Asimismo, sin una adecuada valoración de tales programas se corre el riesgo de caer en un mero nominalismo, sin lograr avances reales en las competencias financieras.

La tarea -es preciso reconocerlo- no es nada fácil. Basta con repasar el extenso elenco de requerimientos recogidos en el marco de competencias financieras para adultos de la Unión Europea, que ascienden nada menos que a 564, para tomar conciencia del alcance establecido para las acciones formativas.

Al margen de lo señalado, hay un factor que viene a añadir dificultad para la consecución de los objetivos pedagógicos. Si el campo de la cultura financiera es, per se, heterogéneo y de orientación transversal, está también sujeto a un proceso de continua expansión, lo que da lugar a que nos enfrentemos, pedagógicamente hablando, a un verdadero “blanco móvil”. La lista de nuevos temas no deja de ampliarse. Así, en los últimos años han hecho acto de aparición paradigmas, tendencias, canales e instrumentos que no pueden pasar desapercibidos en el diseño de un programa de educación financiera: digitalización, inteligencia artificial, big data, ciberriesgos, criptomonedas, monedas digitales de los bancos centrales, metaverso, tokens, criterios ASG, nuevos vehículos para inversiones, operaciones de recompra de acciones, etc.

Ante el panorama planteado, en que se confirma el papel de las competencias financieras como elementos básicos para la vida en el siglo XXI, subsiste el reto de conseguir que cualquier ciudadano esté en condiciones de manejar los aspectos esenciales para la toma decisiones financieras, al que se añade el de procurar que, dentro de ese marco estructural o de referencia, pueden tener cabida los cambios que van produciéndose.

A fin de potenciar su eficacia, el desarrollo de las actuaciones en materia de educación financiera debería sustentarse en un enfoque basado en tres pilares: impartición en la etapa escolar, realización de acciones formativas recurrentes de mantenimiento, y participación en otras iniciativas ad hoc con ocasión de decisiones financieras trascendentales a lo largo del ciclo vital.

Y ello sin que debamos perder de vista una cuestión clave: antes de abordar las implicaciones financieras, resulta crucial conocer y valorar las consecuencias de las decisiones económicas subyacentes: alquiler o compra de la vivienda habitual, arrendamiento o adquisición de un bien de equipo o de un bien de consumo duradero, ahorro o consumo… Lo estrictamente económico precede a lo financiero. En cualquier caso, el ámbito de la educación financiera, a tenor de su carácter fronterizo, se muestra dispuesto a acoger perspectivas correspondientes a distintos campos del conocimiento.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)

 


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