Uno de los primeros encargos que
tuve como joven economista fue la preparación de un informe de prospectiva de
la economía andaluza. Fue un encargo a bocajarro, como muchos otros que
llegaban en aquella lejana época del período preautonómico, en el que se desató
una avalancha de estudios, planes y programas económicos con los que se
pretendía encauzar el rumbo de la economía de una región adormecida ante la
que, se postulaba, se abrían horizontes prometedores.
Si trazar las coordenadas de un panorama
económico futuro es intrínsecamente una cuestión altamente compleja y ardua,
pretender hacerlo sin un bagaje de experiencia, y sin poder contar con un margen
de tiempo razonable, es rizar el rizo. No fue la primera ni la última de las encomiendas
recibidas que estuvo marcada por una sensación de angustia e impotencia. Pese a
todo, después de buscar desesperadamente algunas referencias generales
orientadoras y de discernir algunos escenarios plausibles, los folios en
blanco, dóciles como siempre, fueron acogiendo unas improvisadas y forzadas ocurrencias.
Desafortunadamente, no me quedé con ninguna copia del producto resultante. Tampoco
creo que sea factible localizarlo en los supuestos archivos procedentes del
gabinete económico del transitorio ente preautonómico.
No he podido evitar evocar aquel
episodio al leer un artículo sobre las previsiones económicas que, sin duda, habría
sido bastante útil y, sobre todo, tranquilizador en aquella difícil coyuntura
personal. En una corta pero jugosa pieza, Howard Marks desgrana las dificultades
de tales ejercicios de previsión: “Los realizadores de previsiones no tienen
otra elección sino la de basar sus juicios en modelos, ya sean complejos o
informales, matemáticos o intuitivos. Los modelos, por definición, consisten en
supuestos: ‘Si ocurre A, entonces ocurrirá B’. En otras palabras, relaciones y
respuestas. Cuando pienso acerca de modelizar una economía, mi primera reacción
es considerar cómo de increíblemente complicada es esta tarea”, lo que ilustra
de manera muy expresiva[1].
A este respecto, señala que cree que “el producto derivado de un modelo económico
puede apuntar en la dirección correcta gran parte del tiempo. Pero no puede ser
siempre atinado, especialmente en momentos críticos como los puntos de inflexión…
y ahí es cuando las predicciones ajustadas serían más valiosas”.
Por supuesto, también me habría
sido bastante reconfortante conocer entonces la experiencia personal narrada
por Kenneth Arrow[2].
[1] “The illusion of knowledge
for investors”, Financial Times, 11-9-2022.
[2] Vid.: https://neotiempovivo.blogspot.com/2021/06/para-hacer-planes-hacen-falta.html.