13 de septiembre de 2022

La (des)ilusión del conocimiento

 

Uno de los primeros encargos que tuve como joven economista fue la preparación de un informe de prospectiva de la economía andaluza. Fue un encargo a bocajarro, como muchos otros que llegaban en aquella lejana época del período preautonómico, en el que se desató una avalancha de estudios, planes y programas económicos con los que se pretendía encauzar el rumbo de la economía de una región adormecida ante la que, se postulaba, se abrían horizontes prometedores.

Si trazar las coordenadas de un panorama económico futuro es intrínsecamente una cuestión altamente compleja y ardua, pretender hacerlo sin un bagaje de experiencia, y sin poder contar con un margen de tiempo razonable, es rizar el rizo. No fue la primera ni la última de las encomiendas recibidas que estuvo marcada por una sensación de angustia e impotencia. Pese a todo, después de buscar desesperadamente algunas referencias generales orientadoras y de discernir algunos escenarios plausibles, los folios en blanco, dóciles como siempre, fueron acogiendo unas improvisadas y forzadas ocurrencias. Desafortunadamente, no me quedé con ninguna copia del producto resultante. Tampoco creo que sea factible localizarlo en los supuestos archivos procedentes del gabinete económico del transitorio ente preautonómico.

No he podido evitar evocar aquel episodio al leer un artículo sobre las previsiones económicas que, sin duda, habría sido bastante útil y, sobre todo, tranquilizador en aquella difícil coyuntura personal. En una corta pero jugosa pieza, Howard Marks desgrana las dificultades de tales ejercicios de previsión: “Los realizadores de previsiones no tienen otra elección sino la de basar sus juicios en modelos, ya sean complejos o informales, matemáticos o intuitivos. Los modelos, por definición, consisten en supuestos: ‘Si ocurre A, entonces ocurrirá B’. En otras palabras, relaciones y respuestas. Cuando pienso acerca de modelizar una economía, mi primera reacción es considerar cómo de increíblemente complicada es esta tarea”, lo que ilustra de manera muy expresiva[1]. A este respecto, señala que cree que “el producto derivado de un modelo económico puede apuntar en la dirección correcta gran parte del tiempo. Pero no puede ser siempre atinado, especialmente en momentos críticos como los puntos de inflexión… y ahí es cuando las predicciones ajustadas serían más valiosas”.

Por supuesto, también me habría sido bastante reconfortante conocer entonces la experiencia personal narrada por Kenneth Arrow[2].



[1] “The illusion of knowledge for investors”, Financial Times, 11-9-2022.

[2] Vid.: https://neotiempovivo.blogspot.com/2021/06/para-hacer-planes-hacen-falta.html.


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