Suelen las Sagradas Escrituras
ser un refugio donde encontrar asilo temporal ante las inclemencias que se
suceden en el largo y duro caminar. Adentrarse en sus páginas es como si se
abriera la puerta de un pasadizo que nos lleva a lugares ignotos donde todo es
posible. A todo caminante se le ofrece la oportunidad de solazar su espíritu y
reparar las heridas. Sin embargo, el viajero debe estar advertido de que también
allí le aguardan sorprendentes episodios marcados por una violencia extrema,
así como pruebas y enigmas que desafían el entendimiento y la razón del común de
los mortales.
Pese a la concisión del relato
recogido -con ligeras variantes- en los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, la
parábola de los viñadores homicidas sobresale en ambas facetas. En la historia
se describe el violento carácter de los arrendatarios de una viña, plantada en
su día por su propietario y entregada en arrendamiento. Aquellos no dudan en
matar, o maltratar y rechazar, a los sucesivos emisarios del propietario para
recabar los frutos pactados en el acuerdo de cesión. Después de que el propio
hijo corra la misma suerte, plantea Jesús qué debe hacer el dueño de la viña
con los labradores, cuando acude él mismo a tratar de solucionar la situación.
La opción de castigar a los
malvados y entregar la viña a otros labradores respetuosos y cumplidores es cuestionada
por Jesús, quien recuerda estas sagradas palabras: “La piedra que desecharon
los arquitectos es ahora la piedra angular”, advirtiendo de que “Todo el que
caiga sobre la piedra se destrozará, y a aquel sobre quien ella caiga, lo
aplastará”.
Da la impresión de que es
preferible asumir la gestión directa de los activos propios, procurando obtener
los mayores frutos. No hay que perder de vista que hay un vigía supremo del bienestar
colectivo que no dudará en ejercer sus facultades expropiatorias ante el más
mínimo incumplimiento. El arrendamiento de activos “core” no goza de gran
predicamento, por lo que parece aconsejable que el capitalista se disponga a ejercer
también de productor directo.
Existen, sin duda, interpretaciones
autorizadas sobre el sentido de esta impactante parábola que aclaran el
significado de la viña, el pueblo de Israel, y el de la piedra rechazada,
Jesús. Así es, pero, para profanos en la materia, la búsqueda de la lógica económica
se topa con un enigma complicado de resolver.