Una
de las ventajas de la ubicación de la Facultad de Económicas en el campus del
Ejido es la cercanía respecto al centro de la ciudad. Ir caminando desde el
histórico campus hasta la plaza de la Constitución es un paseo corto y
agradable que permite sumergirse en el ambiente urbano y tomar el pulso a la
vida de la metrópoli. Con el paso de los años, ha ido cambiando en buena medida
su configuración y también su fisonomía. Ahora se percibe mucha más afluencia
de visitantes, se vislumbra un mayor movimiento, y se echa de menos la
presencia de aquellos establecimientos comerciales que, durante mucho tiempo,
formaban parte del paisaje urbano.
Hacer
esa ruta a pie posibilita adquirir un conocimiento de primera mano de las
condiciones económicas de la prestación de algunos servicios personales que
siguen teniendo un carácter eminentemente presencial. El del corte de pelo es
uno de ellos.
El
servicio del corte de pelo constituye un caso de interés desde el punto de
vista del análisis económico. The Economist ha acuñado incluso un término ad
hoc, que recoge en el título de un breve artículo centrado en el precio de
dicho servicio en diferentes países: “Haircutonomics. Cutting costs”
(18-6-2022).
En
el texto se hace una reflexión en torno a una típica recomendación de los
docentes que explican los bienes no comercializables: “Cuando estés en país
pobre, hazte un corte de pelo”. Se parte de la proposición de que los precios
de los bienes que son comercializados internacionalmente no deben variar tanto
como los de aquellas otras cosas -como los cortes de pelo- que no pueden
almacenarse ni transportarse. Esto obedece a que el precio de un corte de pelo
depende mucho de los costes locales, que son muy inferiores en los países menos
avanzados económicamente.
No
obstante, el articulista de The Economist relata algun episodio en el que se
comprueba cómo esa regla no se cumple siempre. Incluso en una ciudad de un país
con bajo nivel de renta, una peluquería puede tener un precio alto como señal
de que el profesional es tan bueno como uno de París. Así, sostiene que los cortes
de pelo son claramente menos fungibles de lo que proclaman los profesores, ya
que los precios difieren fuertemente dentro de la misma ciudad: “Esto sugiere
otro de los supuestos de los economistas que raramente se cumplen: el de la
competencia perfecta”. “Los estudiantes deben cortarse el pelo no tanto en los
países pobres, sino, una vez que estén allí, en las partes más pobres de la
ciudad”, acaba recomendando The Economist.
Al
transitar desde la zona alta de la ciudad hasta los confines del lugar que un día
fue visualizado como el corazón del núcleo financiero incipiente de Andalucía, de manera
imperceptible, se van atravesando líneas inexistentes que marcan los límites
ficticios de hábitats diferenciados. En algunos de ellos conviven personas de
distintas nacionalidades que se han afincado en esta tierra acogedora.
Los
precios de los cortes de pelos y afeitados que se exhiben en la entrada de los
establecimientos son a veces un reclamo para los transeúntes. En una ruta de
apenas dos kilómetros, nos encontramos un abanico de precios para el corte de
pelo sin necesidad de viajar al extranjero. Una alto en el camino, para un
demandante de ese servicio, le puede hacer ahorrar hasta dos tercios del coste
que tendría que afrontar en centros de servicios múltiples que no suelen
exhibir las tarifas en la cartelería exterior.