Aun cuando la regulación del sector
financiero ha sido tradicionalmente intensa, no siempre ha puesto el foco en
determinadas parcelas que se apartan de las prácticas usuales y van por delante
del marco normativo vigente. Y ello, como hemos tenido ocasión de comprobar en
la gran crisis financiera internacional, a costa de generar grandes riesgos que
pasan desapercibidos hasta que es demasiado tarde.
Algo parecido ocurre en el mercado de
los criptoactivos, donde los desarrollos meteóricos han evidenciado la inercia
de las disposiciones regulatorias preexistentes. El número de criptoactivos
supera hoy día… ¡la cifra de 10.000! La extensión de las criptomonedas no se
explicaría sin el entusiasmo despertado entre numerosos colectivos de personas
que ven en tales activos una alternativa imbatible para sortear el dinero de
curso legal, desechar los intermediarios financieros tradicionales y los
esquemas de pagos convencionales o, entre otras motivaciones, obtener
importantes y cómodas ganancias.
Ese punto de vista contrasta con el
mantenido por algunos economistas, reguladores y banqueros centrales que
muestran su escepticismo, al tiempo que advierten acerca de una serie de
inconvenientes asociados al uso de las criptomonedas. Eso no impide que, de
manera unánime, se reconozcan las ventajas de las nuevas tecnologías -basadas
en blockchains- que dan soporte al uso de las criptomonedas.
Un destacado exponente de esa
posición crítica es Fabio Panetta, miembro del comité ejecutivo del Banco
Central Europeo: “los cripto-evangelistas prometen el cielo en la tierra,
usando una narrativa ilusoria de unos precios siempre en alza de los
criptoactivos para mantener las entradas de fondos y así el impulso que
alimenta la burbuja cripto”. Como en un esquema Ponzi, una dinámica alcista
sólo puede continuar en tanto un creciente número de inversores crean que los
precios van a seguir subiendo y que puede haber un valor fiduciario no
respaldado por alguna corriente de ingresos o una garantía. Hasta que el
entusiasmo se desvanece y estalla la burbuja.
Su crítica se apoya en otros
argumentos: i) las transferencias de criptoactivos pueden requerir horas para
su procesamiento; ii) sus precios fluctúan bruscamente; iii) las supuestamente
anónimas transacciones dejan un rasgo inmutable que puede ser seguido; iv) una
gran mayoría de tenedores de criptoactivos depende de intermediarios,
contrariamente a la proclamada filosofía de las finanzas descentralizadas.
No obstante, es oportuno diferenciar
entre los “criptoactivos sin respaldo”, de los que nadie es responsable, y que
no tienen ninguna garantía, ni están gestionados por un operador de confianza,
y las “monedas estables” (“stablecoins”), cuyo valor está vinculado a uno o
varios activos de bajo riesgo. Ahora bien, si estos últimos activos quedan
fuera de la regulación, son estables sólo en el nombre. El reciente colapso de
algunas de estas monedas es ilustrativo al respecto.
Los criptoactivos sin respaldo no
pueden cumplir su objetivo originario de facilitar los pagos, por ser demasiado
volátiles para desempeñar las tres funciones del dinero: medio de intercambio,
depósito de valor, y unidad de cuenta. Descartada su utilidad como dinero, las
criptomonedas ni siquiera cumplen, en opinión de Panetta, otras funciones
económicas o sociales que puedan ser valiosas, como ayudar a la financiación
del consumo y la inversión, o apoyar la lucha contra el cambio climático. Niega
categóricamente tales posibilidades, y considera que hay razones para creer que
hacen exactamente lo contrario.
Y concluye con un contundente juicio:
“Los criptoactivos están trayendo inestabilidad e inseguridad – exactamente lo
contrario de lo que prometían. Están creando un nuevo Salvaje Oeste”. En
evitación de esos males potenciales, aboga por una regulación que asegure el
control de los riesgos, sin frenar una innovación que pueda estimular la
eficiencia en los sistemas de pagos y las aplicaciones más amplias de las
nuevas tecnologías.
En suma, los objetivos de promover la
innovación, preservar la estabilidad financiera y proteger al consumidor deben
figurar en la agenda regulatoria prioritaria. En cualquier caso, a efectos de
una toma de decisiones informada, es bueno conocer las dos visiones del mundo
de los criptoactivos, la entusiasta y la crítica.
(Artículo publicado en el diario
“Sur”)