1 de mayo de 2022

Logaritmos en el cielo

 

Hace poco, tuve un encuentro con Francisco Javier Martín Reyes, con quien coincidí, en el curso académico 1972-73, en el Instituto de Martiricos. Ya por aquel entonces era un alumno sumamente brillante que destacaba en todas las asignaturas, particularmente en Matemáticas. Desde hace años, es un reputado catedrático de Análisis Matemático de la Universidad de Málaga, y prestigioso investigador. Juntos, recordamos viejos tiempos, y evocamos a los integrantes del impresionante plantel de profesores de nuestro venerado centro escolar.

Uno de ellos era el profesor Primitivo Gómez, don Primitivo. De imponente y atronadora voz, su simple mirada a la búsqueda de algún pupilo que accediera a la tarima hacía cundir el pavor en la clase. Someterse a sus exigentes preguntas, atenazados por el miedo escénico, era una dura prueba para aquella cohorte de aterrados adolescentes. Era, sin embargo, don Primitivo un magnífico docente, de sólida formación y amplios conocimientos. Tenía una especial predilección por los logaritmos, en los que era necesario ejercitarse con soltura para poder superar la asignatura. Lo recuerdo como un excelente y riguroso docente.

Su afición por los logaritmos solo rivalizaba con su pasión por la experiencia del pilotaje de una aeronave. Había sido, al parecer, aviador durante la desgraciada contienda civil, pero nunca se refería a hazañas militares. La sensación de escapar de un cielo encapotado, surcando las nubes, para encontrarse con un cielo luminoso y radiante, era para él algo sublime e incomparable. Lo que más apreciaba.

Esta mañana, al contemplar la estela que iba dejando un reactor, me pareció entrever que en el firmamento se dibujaban logaritmos naturales y neperianos, mientras las funciones logarítmicas iban sucediéndose en una secuencia de destellos incesantes. Incluso creí percibir la formulación del teorema de Euler. Casi sin darme cuenta, me trasladé a aquella aula de la que guardo algunos de los recuerdos más entrañables de mi vida. Nervioso, delante del encerado, esperaba los duros desafíos a los que me iba a someter aquel apasionado docente que nos ayudó a descubrir nuevos horizontes.

Años más tarde, cuando iba camino de la Facultad de Económicas, en alguno de los centros educativos del entorno, creía, a veces, identificar la potente voz de aquel extraordinario profesor, que hoy, medio siglo después, sigue alojado en nuestro corazón.



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